sábado, 30 de mayo de 2015

La Ley de la Cadena.

-Avanzad.

Y todos dimos un paso al frente. Un paso al frente con la mirada alzada, la garganta al descubierto y las manos atrás.


-Avanza. Tú.


Sentí el golpe en el brazo, pero no podíamos mirar a los ojos para pedir explicaciones. Di un paso.


-Otro.


Obedecí.


-Otro.


Tragué saliva. Dudé un segundo. Sentí el acero en la espalda, amenazándome. Sabía que lo siguiente sería un golpe plano de la hoja sobre las costillas. Esa vez di un paso grande, valiente, esperando que así se olvidaran de mí. La línea que todos los condenados habíamos formado y que había sido recta al principio, ya no tenía sentido. El acantilado frente a nosotros, abría sus fauces pidiendo sangre. Yo era quien estaba más cerca de pisar el viento. Nadie lloraría por mí. Hasta eso nos habían quitado. 


Al principio nos hacían avanzar a todos a la vez. Todos teníamos las marcas en los brazos que indicaban nuestra poca fortuna. Íbamos a caer, tarde o temprano. Unos antes, otros después, pero nuestro destino era el mismo. A medida que pasaban los días, los centinelas tenían antojos. Seleccionaban candidatos al azar y comenzábamos a ser puntos independientes a lo largo de un terreno árido, de cara al mismo objetivo.


-Sigue.


-¿Por qué? 


Las dos palabras se escaparon entre mis labios. El golpe me tiró al suelo. Caí de rodillas y me mordí la lengua para no gritar. Estaba prohibido que notaran tu dolor.


-Porque tuviste la oportunidad de elegir y tu elección te llevó hasta aquí, y a su vez otras personas harán elecciones que te llevarán a otros lugares. Que te harán caer - empujó con el pié una de mis manos y estuve a punto de perder el punto de apoyo-, o levantarte. Y esta ha sido la mía. 


El tirón que prosiguió a sus palabras me incorporó. La punta del acero me taladró el estómago hasta que volví a tomar la posición adecuada.


-Esa es la forma correcta de afrontar el destino que no podemos controlar. Con la cabeza alta. Al menos se nos permite morir desafiando algo que no está en nuestro poder.


Cuando noté que se alejaba para buscar otro candidato y acercarlo al precipicio, cerré los ojos. Si el resto avanzaba suficiente, quizás me dieran una oportunidad para salvarme. Quizás otro guardián eligiera que diera un paso atrás. Quizás... Quizás la caída que veía no era tan abrumadora como suponían mis sentidos, pero no podía saberlo hasta estar justo en el borde, en la línea en la que la más mínima brisa hace que tiembles ante la inminente caída. Recuerdo que allí de pie, con la piel palpitando tras recibir el impacto de la espada, pensé que quizás el hombre tuviera razón. Puede que todo fuera cuestión de una red de elecciones, una cadena de sucesos iniciada por una decisión de un desconocido a muchas millas de nosotros. Quizás yo fuera tan insignificante que nunca alcanzaría a comprender la magnitud de ese hilo invisible que nos unía a todos los seres vivos del mundo. Solo podía, efectivamente, alzar la mirada al cielo y esperar que los Dioses fueran bondadosos... mientras luchaba por mi vida.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Claustrofobia en mí.

Una caja tan estrecha que no puedo estirar los brazos ni flexionar las piernas.


 Un pensamiento tan denso que ni siquiera deja que llene los pulmones.

Una cúpula, construida con palabras, de la que nunca puedo salir.


Un silencio al que da miedo herir... 


                                                                                               Incluso si tu intención es escapar de él.


#GarabatolvidadoConVoz: https://www.youtube.com/watch?v=ceXF4qJCyEI

Enhebrar.

El hilo de la seda deja un rastro tras de mí. Cuando me doy la vuelta, observo cómo va abrazando sendas que, muchas veces, quieren olvidar las huellas que he dejado. 

Cada cosa que he amado tiene trazas de mí, de lo que he construido y de lo que quise que prevaleciera en ellas. Los rincones que me adoptaron en algún momento de mi vida balancean tapices durante las tormentas, y miles de retales esparcidos por las colinas que alcancé se agitan en una danza hipnótica. Hay recuerdos importantes que penden de hebras firmes y que, muchas veces, tiran de mí si intento avanzar demasiado deprisa.


A veces me enredo en mi propia creación. 
Son momentos angustiosos. 
No veo una salida. 

Llega entonces el momento de cerrar los ojos, acariciar la seda y hallar nuevos caminos en la oscuridad más absoluta. No hay atajos que nos lleven al final de un hilo, pero sí un camino oculto en nuestra historia que, dependiendo de la dirección que escojamos, nos llevará a nuestro destino.

domingo, 24 de mayo de 2015

Indeterminación.

Las cosas podrían ser o no ser. 
Quizás habrían sido en el pasado si yo hubiera sido pero, 
simplemente, 
no era. 

Si ahora son y yo aun no soy, 
nunca jamás serán. 

Puede que de pronto consiga ser porque Él quiere que yo sea. 
Que ellas quieran ser,
y que por fin Ellos también quieran que sean.
Puede que puedan ser y sean... 

Y seamos.

#GarabatolvidadoConVoz: https://www.youtube.com/watch?v=qP0MPtH1XQA

domingo, 17 de mayo de 2015

La caza.

Cuando estás huyendo de algo, 
quieres creer que nadie te puede encontrar. 
Cuando el siseo de alguien cayendo sobre ti corta el silencio, 
sabes que... 
no hay escapatoria. 

sábado, 9 de mayo de 2015

Detente.

Dicen que existe una sola voz para doblegar a todos los hombres. En mi vida solo encontré una voz que podría haber sometido hasta la última de mis certezas, pero que jamás trató de utilizar ese poder contra mí.  

Apareció un día soleado, cuando me hallaba al borde de un precipicio y las flores del abismo querían unirme a su canción.


-No - dijo, y retrocedí un paso.


Un mes después añadió dos palabras más.


-No lo hagas - susurró, y la pistola se disolvió en mis manos.


Tres semanas más tarde, redujo todo a una sola pregunta.


-¿Estás segura? - mientras me acariciaba el brazo. Temblé y las pastillas repiquetearon sobre la mesa.


Cuatro meses pasaron y lo tuve frente a mí. Alcé el mentón y clavé mis ojos en él.


- ¿Te has rendido? - murmuró.


-No.


- ¿Qué estás buscando? 


- A ti.


No respondió.


- Te quiero a ti. Conmigo. Aquí - toqué mis sienes y toqué mi corazón de forma simbólica.


Me miró, desconcertado.


-Te necesito. Quédate- y tendí las manos frente a mí.


Fue cuando las tomó cuando me di cuenta de dónde se hallaba la voz que podría haberle dominado... Y fue por esa certeza y por el amor que sentía hacia él por lo que, cuando me besó en la mejilla y se dio la vuelta, no pronuncié ni una sola palabra para detenerlo.

jueves, 7 de mayo de 2015

Noes.



Se lo preguntó con esa seriedad y voz grave que le caracterizaban, y mintió. 
Le mintió con la tranquilidad de quien cree estar haciendo lo correcto.
De quien tiene miedo de que la verdad sea tan real.
De quien ya hace tiempo que no es.
Que no es con palabras alegres.
Que no es en soledad.
Que no es sino...
nadie.

#GarabatolvidadoConVoz: https://www.youtube.com/watch?v=kNtiAEn18BA

domingo, 3 de mayo de 2015

Refugios.

Llovía. Hacía días que llovía. Con la manta sobre los hombros y la mirada clavada en una vela, el mundo parecía ajeno a mi realidad. Qué insignificante me sentía.

Recuerdo un sentimiento de dejadez bastante contundente. También una estela de angustia. A veces, la magnitud de la percepción humana puede hundir el universo entero y después combarlo hasta que el espacio temporal se funde en una línea delgada. Mi pensamiento lo abarcaba todo y nada a la vez, todos mis recuerdos... y mientras tanto el fuego no paraba de bailar. En algún momento, una pregunta sin respuesta se arrastró por mi garganta y la mordió hasta ahogarme, pero el horizonte donde había desperdigado el resto de mi coherencia me impidió llorar.


Ah, qué escena tan inútil. Qué vida tan desubicada. A veces nos cuesta entender que no es necesario buscar un hueco para nosotros en el mundo. Supongo que esa es la conclusión que nace después de toda una vida. Yo intentaba buscar una lógica que hiciera encajar las energías del cosmos y me señalara cuál era la causa de mí, el principio del yo, el final de un camino que ni siquiera atisbaba. Pero la única verdad era que mi lugar estaba justo allí, junto al fuego, incluso cuando las velas se apagaran para siempre.