- Es hora del reinicio.
No me hacía falta mirarle para saber que tenía las manos metidas en los bolsillos y la espalda apoyada en la pared como si tal cosa. Bufé y él se rió.
- ¿Has configurado todo?
- Sí.
- ¿Te has acordado de preservar tu marca?
- Sí.
Le miré a los ojos ceñuda, poniendo en duda su palabra y regañándole al mismo tiempo por su actitud despreocupada. Era un tema serio.
- Si reinicio el ciclo y no has hecho lo que te dije, tu vida se acabará. Básicamente en dos segundos te esfumarás de la realidad - intenté remarcar cada palabra.
Me sostuvo la mirada. Vi el inicio de una sonrisa en el hoyuelo de su mejilla. Entorné los ojos y enseguida vino hacia mí para reconciliarse. Me solté de sus manos. Se rió y me buscó hasta que me tuvo entre sus brazos y me dejé hacer. Aun estaba enfadada. Intenté mirarle seria. Seguía sonriendo. Suspiré y me apoyé contra él.
- Es sólo que no quiero que desaparezcas.
- Ya no puedo irme a ningún sitio - dijo mientras hundía los dedos en mi pelo - estoy dentro de tus recuerdos.
Me alzó la mano derecha y juntos hundimos el botón correspondiente. Antes de soltarlo, cambié la cabeza de lado para no ver lo que iba a suceder.
- No es suficiente - murmuré abrazándole aun más fuerte y dejando nuestro destino en manos de la Nada.
Cuando todo dejó de temblar y la sala en la que estábamos ya no era acero y cemento sino campo, y sonaba agua corriendo río abajo y no máquinas y monitores, aun había alguien que seguía protegiéndome contra sí. En realidad era él y no yo quien más miedo tenía de dejar de existir y abandonarme, y era algo que jamás podría llegar a concebir.