miércoles, 25 de enero de 2023

A la luz de una vela


La noche es perpetua. No se escucha nada. La danza de la llama trepa, salta de esquina a esquina y a veces intento atraparla cuando husmea entre mis papeles. Sonrío, pero no pierdo la concentración. La tinta corre ávida sobre el papel. Mis dedos se mueven para desentumecer las piernas, enredadas en una postura incorrecta, pero el susurro de las palabras no cesa. Arrastro el negro contra el blanco. Huelo el frío fuera de mi casa. Nada importa. La noche es perpetua.




domingo, 8 de enero de 2023

Sonder

De vez en cuando revisa su diario.

Me he dado cuenta de que lo mira cuando los días están especialmente oscuros, si no tiene nada que hacer a su alcance o cuando salta una canción determinada en la radio. Siempre se le nublan los ojos y parece ausente. Nunca sé si debo preocuparme. Ni siquiera estoy seguro de que deba intervenir.

Sé cuál es su historia y, después de estos años, la conozco. Una vez le pregunté si creía que lo superaría. Me miraba a los ojos mientras pensaba en ello. En aquel entonces, no solía hacerlo. Lo de mirar tan fijamente, quiero decir. Me sorprendió muchísimo y dio más peso a su respuesta.

- Creo que hay cosas que no se superan. Simplemente, toleramos vivir con ellas en el recuerdo - musitó.

Es posible que aquella confesión no me sentara bien. No lo entendí del todo, supongo. A veces somos incapaces de imaginar la complejidad de las vidas de los demás. Me habían metido en la cabeza que en cualquier relación, todo debía ser de una determinada manera. Que las demás posibilidades estaban mal. Ella me abría los ojos una y otra vez. Con el tiempo, siempre termino dándole la razón a esas frases que no formula como yo espero.

La observo desde el marco de la puerta y cruzo los brazos. A veces está sentada en el escritorio solo unos minutos, pero otros días la veo pasar las hojas hacia atrás y hacia delante. No sé si estudia las elecciones que tomó o si anhela su juventud. Si fuera ella e hiciera eso, quizás me volvería loco con cada error que cometí. Ella, sin embargo, parece simplemente... estudiarse. Observarla se ha vuelto mi pasatiempo favorito. De vez en cuando sonríe, aunque la mayoría de las veces solo parece meditar. Hace un mes, la sorprendí llorando. Esa noche, le traje unas flores. Ahora sí que alcanzo a comprender la profundidad de lo que siente, e intento acompañarla en el duelo lo mejor que sé, aunque a veces esa comprensión me abruma. ¿Es posible vivir la vida con tal intensidad? En mi familia no hay nadie así.

Levanta la mirada del diario y me ve. Noto cómo me enfoca poco a poco. Sonrío y ahí está. Sus labios se arquéan y me regala una bellísima escena en respuesta. Quizás tolero sus momentos más taciturnos por esto. Nunca me hace dudar de que me quiere pese a que a veces, el pasado venga a visitarla. Nunca intentaría ocultarme sus sentimientos, ni permite que me de tiempo a sufrir en vano.

- ¿Quieres algo de desayunar? - pregunto, embelesado.

- ¿Salimos fuera? 

Sonrío más, siguiendo su mirada. El jardín parece helado, pero estas navidades compramos una pequeña estufa para el porche. Nos permite salir incluso en los días más fríos.

- Avísame cuando estés abrigada y pongo las tostadas.

Asiente y hace un gesto raro con la cara. Sé lo que quiere. Siempre es igual. Me acerco al respaldo de su silla y la abrazo, dándole un sonoro beso en la mejilla que ha vuelto hacia mí. Me dice que me quiere y vuelve a su mundo. 

-Yo también te quiero - respondo y, aunque parece que no me ha oído, veo cómo sus mejillas se colorean.

Mientras preparo las cosas, no puedo evitar desear el haberla conocido un poco antes, solo para que jamás hubiera llegado a poner en duda, que en esta vida siempre se va a merecer mucho más.