sábado, 25 de junio de 2016

Tinta blanca.

Entré en el campamento casi arrastrando los pies. Sentía mi propia mirada desenfocada mientras acortaba la distancia entre la hoguera y el aire abatido que me rodeaba. Me senté en el suelo sin decir una palabra y me quedé contemplando el fuego, absorta. Apoyé los codos en las rodillas. Mis botas de montar rascaron la tierra con los talones, una pequeña manía que me acompañaba desde joven. Después de unos minutos, suspiré y alcé la mirada. Él tenía los ojos fijos en su espada y la roca que estaba chocando contra ella,arrancándole destellos de plata en la noche.

- ¿Ya has vuelto? - dijo.

Por la cadencia de su pregunta, entendí que no se refería al hecho de que había regresado de mi largo paseo entre las luces del atardecer.

- Sí. Lo siento... sólo estaba asumiendo el final.

Vi que le salía una pequeña arruga a un lado de la boca, esa que siempre asomaba cuando pretendía aguantar la risa o esconder un pensamiento divertido y esquivar así mi innata falta de humor.

- ¿De qué final se trata esta vez? - golpeó con tranquilidad su arma, tratando de volver a dotarla de la letal punta que la caracterizaba.

- Del libro. El libro que estaba leyendo - lo tiré a sus pies, controlando la distancia al fuego.

Me dejé abrazar por el silencio cuando el repiqueteo de su empresa cesó. Se agachó dejando la espada a un lado y tomó el libro. Lo ojeó durante unos instantes como evaluándolo y después lo apartó también. No sé si vi una pequeña mirada de desaprobación. Se inclinó ligeramente hacia el fuego, pero supe que no era para entrar en calor, sino para mirarme a través de las llamas.

- Creo que siempre tiendes a poner tu fe en el lugar equivocado.

- Me gusta creer que las cosas pueden cambiar... incluso cuando en cada página se insinúa un destino terrible. Digamos que soy masoquista - tomé una ramita seca y la hice pedazos antes de lanzar los restos a la hoguera. No me gustaba sentirme evaluada.

- Así que, te has vuelto a decepcionar.

- Ahá - musité mientras asentía.

Tras un breve silencio donde sólo escuchábamos el chasquido del fuego, se levantó y su risa se abrió paso como una corriente de agua desbordando un río. Su carcajada rebosaba tanta diversión repentina que me quedé mirándole como si estuviera majareta. Comenzó a andar hasta su tienda de campaña y, cuando salió, aun pude percibir los restos de su sonrisa en la tensión de su boca al hablar.

- Creo que tengo una solución - me tendió un objeto que parecía una caja, envuelto en pieles.

Le miré con perplejidad mientras se sentaba de nuevo frente a mí y bebía un trago de la bota de vino. Él me guiñó un ojo y yo no pude más que desenvolver el regalo, recelosa. No me fiaba de qué criterio habría seguido esa vez para decidir qué era y qué no lo que yo necesitaba. De entre las pieles surgieron unas tapas de cuero con intrincados motivos y un volumen excéntrico que parecía tan fuera de lugar en ese campamento como un pequeño dragón azulado. Lo miré con desconfianza y le di vueltas en las manos sin abrirlo.

- No tiene pinta de ser una historia que vaya a apasionarme - murmuré.

Él, que ya tenía su cabeza metida en otro extraño proyecto, rascaba con la piedra de afilar algo que no alcanzaba a ver sobre su regazo. Guardó silencio con una media sonrisa y me encogí de hombros. Desaté una especie de bridas y descubrí que dentro de esas tapas... no había nada. Era un cuaderno relleno de pergaminos absolutamente en blanco. Me quedé callada, sin saber qué decir y, de pronto, mis reflejos me obligaron a alzar el brazo y a coger algo al vuelo. Le lancé una mirada asesina tan veloz que llegué a verle posando de nuevo su mano en el suelo. Abrí el puño y apreté los labios, confusa. Allí, entre mis dedos, una pequeña rama se había convertido en algo afilado. Incrustado en su final, una pluma coloreada salía disparada hacia el cielo.

- Escribe tú la historia - dijo él con seriedad para, seguidamente, volver a reírse de mi inocencia sin piedad.

martes, 14 de junio de 2016

Amasijo de declaraciones. Caca seria 3.0

Últimamente no he estado nada por aquí. Creo que porque en el fondo no tenía nada que decir. No se me ocurrían historias. No me hacían ilusión las cosas. Ya no tengo esa inquietud absurda que normalmente me trae aquí y me hace escribir textos alegres, tristes, profundos o intrascendentales. Hoy no me apetece tampoco cantar, pero he regresado a mi rincón. Hoy sí quiero decir algo. 

Este fin de semana he vuelto a caer en la espiral existencial de siempre. Es curioso. Tengo ganas de llorar y de reír al mismo tiempo. Parece que sin esa parte de mí no llego a reconocerme del todo. Es como un limbo que sabes que no debes pisar, pero donde mejor te sientes a largo plazo. Pierdes la estabilidad y la adrenalina te hace pensar rápido y despertar.

Las tragedias que están teniendo lugar últimamente me han sentado como una bofetada. El estrés por los estudios, esos que según dicen me asegurarán un futuro, me pesa como una roca atada a los tobillos. Qué narices estoy haciendo y qué narices está haciendo la gente, es la pregunta del millón. Mientras yo estoy aquí sumida en las responsabilidades que, para qué mentirnos, la mitad de las veces no quiero, un tío aleatorio lleva meses planeando cómo masacrar a seres de su misma especie sin siquiera inmutarse.

A veces me asombran esas diferencias tan abismales entre humanos. No puedo describir la cantidad de veces que he querido decirle a alguien: "¡¿pero tú de qué vas?!" en el último mes. Las cosas están peor de lo que creía.

Estoy tan cansada... y en fin. Supongo que nada de esto tiene sentido para los que estáis leyendo, pero necesitaba hablar. No sé transmitir la frustración que siento de manera correcta si no escribo. Me encantaría poder sacar de mi cabeza las ideas y mostrárselas directamente a las personas, y que de paso las sintieran y entendieran como yo. Pero no se puede. Me estoy ahogando en un vaso, y quizás sea ese el motivo que me ha llevado a leer de nuevo con la avidez del pasado.

"¿Qué mierda es esta que estoy viendo a mi alrededor?" "¿Quién te crees que eres?" "¿En serio me acabas de decir eso?" Basta ya de ser dóciles. Basta de dejarse pisotear. Basta de callarse, de ver todo el mal que crea la gente de nuestro alrededor y permitirlo. Hay que pararlo. No pienso consentir ni un solo gesto de odio, mala educación, humillación, falta de respeto, alzamiento de mano, violencia o insulto delante de mí. Estoy cansada sí, pero suficientemente despierta como para entender que si no hacemos algo esto se nos va a ir de las manos. Tenemos lo que nos merecemos en conjunto, pero nunca tenemos lo que nos merecemos como individuos. No voy a mancharme las manos de sangre por otros, ni voy a asumir sus responsabilidades. Se acabó. Quiero justicia y quiero paz. Quiero humanos siendo humanos y no una panda de impresentables energúmenos dándose puñetazos en el pecho y gritando que son los héroes de la Tierra. La Tierra se muere y nosotros nos matamos entre nosotros. ¿Qué nos queda? ¿Por qué tengo que vivir para siempre con el miedo de cruzarme con la traición y la persona equivocada? No voy a hacerme responsable del rumbo que estamos tomando, y me aseguraré de que nunca pueda decirse que no hice nada para evitarlo.

No quiero ánimos. No estoy mal. Estoy yo. Estoy más yo que en los últimos meses. Estoy en huelga. Anhelo una vida en su más puro significado. Ninguno de nosotros puede tenerla en estas circunstancias... y yo quiero conseguirla. Y la voy a conseguir.