domingo, 18 de junio de 2023

Ragaire

Las sombras se mueven a cada vaivén del farol que lleva en la mano. Entra como una fugitiva y se desliza por una pendiente, medio en cuclillas, arrastrando los pies. Luego se para y se concentra, evitando sentirse arropada por la energía del lugar. Sólo está de visita. Busca hilos en su mente y encuentra los dos más brillantes. Los sigue a hurtadillas entre los árboles.

Unos metros antes del final, posa el farol sobre una roca recubierta de musgo, abre la puertecita frontal y sopla la llama. El humo serpentea hacia las estrellas y el olor a quemado se le enreda en el pelo. La oscuridad lucha con las estrellas mientras ella avanza, apartando ramas y zarzas del camino. Tantea sus propios filtros y se asegura de que estén en su sitio. Segundos después, empieza a escuchar los murmullos, las voces. Ve las siluetas de dos jóvenes, pasándose lo que parece un vaso, a contra luz de una hoguera. Se hace pequeñita tras un tronco, alerta, escondida.

 ...terminar siendo de esta manera suspiro de alivio. Son demasiadas cosas, debería estar con ella.

El silencio se hace grande. Se remueve en su sitio, inquieta, escuchando el leve crepitar del fuego.

 Se apaña bien sin estar aquí escuchándonos a todos a la vez comenta otra voz. Por algún motivo, se relaja. Por mucho que me joda decirlo, a veces sobramos. Es inaguantable estar oyendo toda la mierda de arriba y repetir como loros lo mismo una y otra vez, en diversas versiones, a la cual más absurda y alejada de la realidad. A lo mejor es hora de que todo el mundo se relaje, montón de personas en el que me incluyo.

 Has sido un poco tirano — murmura la voz más tranquila.

 He sido lo que creía que tenía que ser para que se dignase a oír. No creas que no sabía que cogería y haría lo que quisiera después.

Se escucha una risa grave, contenida. Algo en su tripa también vibra con diversión. Cierra los ojos, se sienta sobre las raíces del árbol y apoya la cabeza en el tronco.

 Puede llegar a ser muy obstinada.  Se interrumpe para beber. No sé a quién me recuerda.

 Controlo más que ella e intento protegerla.

 Intentamos protegerla.

Tras una pausa, oye el choque de dos vasos y se le escapa la sonrisa. 

 A pesar de todo, cuando vuelva tengo que decirle...

 Alain  interrumpe la voz más dulce.

 ¿Qué?  Suena como un chasquido.

 "A lo mejor es hora de que todo el mundo se relaje".

 Qué perro eres.

Y mientras el sonido de la madera al ser movida se mezcla con sus carcajadas, nadie se percata de que unos pasos livianos se alejan en busca de un farol abandonado.


martes, 13 de junio de 2023

Funámbulo

 Lo que pisas no existe.


Levitas sobre la bruma que oculta bajo sus nubes

el suelo por el que realmente hay que caminar. 




viernes, 2 de junio de 2023

Dadirri

 Cogí aire como si fuese a hacer una inmersión profunda. Cogí aire y me zambullí en mí. Ese viaje se hacía solo unas pocas veces en toda una vida, supongo que por eso daba tanto miedo. ¿Quería nadar por todas partes? No. Estaba buscando una parte diminuta de mí, una que estaba sepultada y escondida desde hacía mucho tiempo. 

Sentí que me sumergía y flotaba por el infinito. Tenía que conducir mi voluntad de forma precisa hasta guiarme y lograr posar los pies en un suelo tosco y lacerante. Una vez allí, abrí y cerré las manos. Me enfrenté a la penumbra con un aplomo que no sabía de dónde salía. 

Unas diminutas ventanas dejaban pasar la luz hacia un pasillo eterno, tan infinito como pequeñas fuesen tus ganas de que acabase y te permitiera llegar a tu objetivo. Eso era todo. Cemento y luz. Aún así, yo llegué a la sala final a la primera. Todo mi enfoque estaba visualizando esa entrada. Suspiré antes de cruzar el umbral, entorné la puerta y avancé hacia una esquina. No enfoqué al pequeño bulto que había allí. Sólo me arrodillé ante él y me miré las manos, jugando con mis anillos.

- ¿Por qué has venido? - musitó.

Su vocecilla era pequeña, dulce y aniñada. Me miró por encima de los brazos, que recogían sus rodillas frente al pecho a modo de escudo. 

- Necesito saber cómo estamos - contesté sin muchos rodeos.

Sentí que ladeaba la cabeza. Supuse que era señal de que podía mirarla sin que se escapara. Solo había curiosidad en su rostro.

- ¿Cómo estamos? - repetí, esta vez en forma de pregunta.

Mis ojos evaluaron todo. Desde cómo desvió la mirada, hasta como se marcaron en la tela de sus  zapatos sus deditos jugando en el interior. Estaba pensando.

- Asustadas. Esperanzadas. Nostálgicas. Desconfiadas. - Sus murmullos se apagaban a cada palabra. 

Se acurrucó sobre sus brazos y comenzó a tamborilear con las puntas de sus zapatos. La observé atentamente, notando que el cansancio se apoderaba de mí. Un cansancio existencial que rebasaba mi entendimiento. La cabeza se me fue cayendo hasta que mi frente se apoyó también en sus bracitos, y sus piernas nos sostuvieron a las dos. Busqué su mano y acaricié sus dedos. Sentía que no podía más y que había demasiadas cosas que ya no podían ser.

- Estamos cambiando a mejor - añadió de pronto. Me sorprendió tanto que me quedé muda-. Luchamos por lo que queremos. Respetamos lo que decidimos. Nos enfrentamos al miedo. No saboteamos la esperanza. Aprendemos de la nostalgia. Vemos nuestros defectos. Arriesgamos para saber en qué confiar.

Noté que se me empañaban los ojos. Me acarició el pelo y me hizo alzarme para darle un abrazo, y que durante un rato fuera yo y no sus barreras quienes la protegieran. Se sentó sobre mis piernas cruzadas.

- Hemos aprendido. Hemos asimilado. Hemos admirado. Hemos conectado - canturreó, jugando con su falda-. Hemos crecido mucho. Estamos listas.

Me balancee involuntariamente, intentando taparla con mis brazos y adormecerla, aún sintiendo mi corazón galopar.

- ¿Listas para qué? 

- Para abrazar la siguiente aventura - susurró. No tardó en cerrar los ojos y quedarse dormida.