viernes, 31 de marzo de 2023

Datsuzoku

 Regresa a la Subrealidad con paso distraído. Con las manos, juguetea con unas flores que ha ido recogiendo mientras canturreaba una canción sin sentido. Se nota un poco más ligera que de costumbre. La mente bullendo, pero cristalina. Casi no alza la vista, pero camina siguiendo el aura de Alain. Sabe dónde la espera y sabrá exactamente el momento en que la vea.

Minutos más tarde, ve su silueta recortada contra el atardecer, apoyado contra un árbol y con los brazos cruzados. Parece igual de enfurruñado que cuando lo abandonó el día anterior. Con tranquilidad, deja las flores en el suelo y comienza a subir la ladera. Lleva la mirada perdida, pero cuando lo tiene delante, suspira y se contemplan.

- No sé qué estás haciendo, aunque puedo sentir el porqué - dice a modo de saludo y regañina.

Ella se encoge de hombros y juega con el anillo que lleva siempre consigo. No sabe qué quiere que le diga, pero no pierde detalle de sus facciones, de su gesto aparentemente tranquilo o, quizás, resignado.

- Yo tampoco lo sé, si te sirve de algo - susurra-. Sentía que necesitaba salir de lo predecible. Y sí, sé que tienes muchas cosas que decirme, recriminarme o desvelarme, pero antes de que arruines mi pequeño oasis de felicidad, quería pedirte un favor.

Alain parece intrigado. Se revuelve el pelo y se aparta del árbol. Con las manos en los bolsillos, se acerca un par de pasos. Eso basta para obligarla a alzar el mentón.

- ¿Cuánto tiempo te queda para que se enciendan de nuevo? - Arquea una ceja, divertido al notar que falta algo en ella.

- Unos minutos - responde, sabiendo que se refiere a sus sentimientos.

- Entonces esperaré hasta entonces - sonríe con cierta malicia, prometiendo muchas cosas con un simple gesto-. ¿Qué favor necesitas?

Sonríe en respuesta a su frase. Después regresa al rostro sereno que ha traído consigo. Piensa en lo rápido que pasa el tiempo, en lo efímera que es la vida y en lo poco que se valoran los instantes felices.

- ¿Me abrazas como si fuera para siempre?

El gesto de Alain se ablanda. Se le escapa una sonrisa bellísima y parece que su oscuridad retrocede un poco. Saca las manos de los bolsillos, pero no hace ningún amago de acortar distancias. Hasta que no la siente contra él, no la rodea con los brazos. No obstante, no es un abrazo inseguro e infantil. En él comprende muchas cosas que jamás le confesaría en voz alta. Nota su mandíbula en la sien mientras musita.

- Aunque me guste la novedad, esto no te librará de mi charla. Lo sabes, ¿verdad?

- Lo sé - responde, y mientras cierra los ojos, se le escapa uno de los múltiples suspiros que lleva acumulando semanas.

jueves, 30 de marzo de 2023

Pasadizos secretos.

Cuando voy a decir algo, me quedo afónica de repente. 

Cuando voy a escribir, solo existe la tecla de borrado. 

Aun sintiéndome más llena de palabras que nunca... me quedo una y otra vez en silencio, dudando. Termino escuchando lo que ya se ha dicho y tu voz me reconforta. Mientras reverbera en mis oídos, me siento como si algunas cosas hubieran logrado escapar entre los barrotes de mis jaulas.

Brújula rotísima.

 Me siento intrigada, me siento emocionada, exaltada, curiosa e infantil. Tan pronto estoy centrada como abstraída, se me caen las cosas al suelo y no termino nada de lo que estoy haciendo. Soy una camicace, sólo quiero jugar, que le den a madurar.

Quiero dormir mucho, más que nunca, o quizás lo que busco es ese momento en el que puedo cerrar los ojos e imaginar lo que me apetece sin que me molesten. Mi mundo, mis historias, mis tramas sin sentido. Repetir secuencias inexistentes, escuchar lo que no he oído nunca. Bucles y más bucles, también en la realidad. Actualizando, actualizando, actualizando. Golpe de adrenalina. Felicidad durante días, pero eh, todo lo que sube tiene que bajar.

Llega un momento amargo, justo cuando evalúo los otros sentimientos que casi se quedan sin respiración de estar tanto tiempo bajo el agua. Ese que me hace sentir atada, el frustrado, el dudoso, el que echa de menos, el culpable, el que rechaza continuamente. De pronto, entro en estado de shock y necesito salir a que me dé el sol, no importa en qué sitio esté. Respiro mil veces conscientemente, agobiada, buscando alejar todo lo malo de mí. 

Me esfuerzo por ser objetiva y solapo todas las emociones, me hago la valiente y me obligo a mirar la foto entera solo para no darme asco. Miro también la lista de preguntas que no he hecho, el mar de dudas que he sembrado. Un montón de piezas que no encajan en ninguna parte y el rincón sellado de las cosas que no se deben decir. Es entonces cuando presiento que no solo he ido borrando las líneas que solían establecer mi ánimo. La del bien y el mal está tan borrosa que ya ni puedo intuir dónde estaba antes. La que señalaba qué necesito yo, dejó de existir hace demasiado.

No entiendo nada. Lo apago todo, me sobrepasa. Quiero seguir feliz un rato más. 

Maldita egoísta.



martes, 28 de marzo de 2023

Nompuehuenu


Empuja la barca con todas sus fuerzas. En la orilla del lago, el césped termina de sopetón y deja abierta una curva diminuta de arena húmeda. A pesar del tamaño, los zapatos se le habrían hundido hasta desaparecer, por eso prefirió tirarlos dentro del bote antes de empezar a arrastrarlo hacia el agua.

- ¡¿En serio vas a ignorarme?! - dijo Alain desde la ladera.

Llevaba todo el día detrás de ella como una sombra. Parecía que realmente había llegado a su límite, estaba cabreadísimo, pero ella le había ignorado con vehemencia en repetidas ocasiones. Se imaginaba su ceño fruncido y sus respiraciones profundas, y le daba la risa. Justo cuando consiguió que la barca flotase libre y se subió a ella, decidió observarlo para despedirse de él con una media sonrisa socarrona y la manita alzada. El joven resopló. Se había permitido quitarse la cazadora e ir en manga corta. Los músculos de los brazos se le marcaban, seguramente por la fuerza con la que se estaba cruzando de brazos. Eso la hizo sonreír más mientras se alejaba poco a poco del borde.

- ¡HOY NO PIENSO PREOCUPARME DE NADA! ¡ES MI DÍA LIBRE! - le gritó con una alegría inusitada. 

Acto seguido, le dio la espalda, se sentó en la madera con cuidado de no volcar, asomó los pies por el borde, se limpió el barro, tomó uno de los remos y viró la trayectoria hasta encaminarse al centro del agua.

Era un día tranquilo. Olía a flores, la brisa hacía sonar las briznas de hierba al ser agitadas y los pájaros sobrevolaban el lago, llevando en sus pequeños picos materiales para sus nidos. Pronto habría diminutos seres asomando por doquier. Suspiró sintiéndose por fin libre. Ese día era suyo, no había cabida para la angustia. Se tumbó en el bote y se centró en sentir el suave balanceo y el sol en la cara. Con la mente casi en blanco, terminó por remangarse la ropa para sentirlo en la piel, algo de color no le vendría mal.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí, pero estaba atardeciendo cuando volvió a abrir los ojos. Pensó en qué cosas se habría perdido en aquellas horas. Justo en ese momento, en su realidad, vio varios mensajes que le provocaron una emoción absurda y una carcajada inmensa, una risa tan de adentro que se transmitió por sus sentidos hasta golpearla en aquella barca que se mecía con el viento y el agua. Todo vibró mientras le entraba una risa incontenible. En algún rincón de su mente, notó que Gabriel y Alain se estaban contagiando también.

Una brevísima lluvia de primavera comenzó a mojarla entonces, y aún así no podía parar de reírse. Se agarró la tripa a la vez que se medio quejaba del dolor de los músculos. Cuando acabó y consiguió recuperar el aliento, el cielo ya no estaba vacío. Un arcoíris maravilloso había surgido con los últimos rayos del sol y formaba un círculo perfecto sobre el reflejo del horizonte.


domingo, 26 de marzo de 2023

Gaman 我慢

 - ¿Cómo lo haces?

Le mira por encima del libro que está leyendo y pasa la página. Los mechones se le mecen al son de una brisa cálida y el césped se ha llenado de flores amarillas. Suspira mientras toquetea el borde de su toalla.

- Sabes cómo lo hago. Estando contigo. Escuchándote a ti e ignorándolas a ellas como puedo. El rey de la conducta- comenta resignada.

Gabriel la mira desde algo más de altura, sentado en una roca. No ha querido ponerse a su lado, supone que para dejar que tenga algo de espacio.  De cualquier forma, se siente abatida. Fija otra vez su mirada en las hojas manuscritas que está releyendo. Concentrarse no está siendo fácil.

- Ambos pensábamos que... - titubea. 

Se envara ante el inicio de la frase, pero evita mirarlo de nuevo. Se sentía molesta con ambos, aunque era demasiado testaruda como para reconocerlo en voz alta. Primero por hablar a sus espaldas. Después, por subestimarla como otras tantas veces habían hecho. Por último, por la presión a la que la estaban sometiendo.

- ¿Qué? - La pregunta suena más cortante de lo que pretende.

- Que tendríamos problemas. 

Cierra el libro con un resoplido. Apartándolo a un lado, se termina de tumbar y mira al cielo. Usa los antebrazos como visera y escucha únicamente los ruidos afines a la naturaleza. Eso siempre la relaja.

- Estoy haciendo lo que puedo - confiesa, pero algo empieza a taladrarle la cabeza al mismo tiempo que lo dice.

Se pasa la mano por la frente. Está ardiendo. Justo en ese momento, en algún lugar, ambos escuchan cómo la subrealidad retumba. Ella se incorpora precipitadamente. Gabriel ya estaba a su lado antes de poder llamarlo.

- ¿Qué estás haciendo ahí arriba? - le pregunta.

- Ya lo sabes. Sólo estoy viendo una película.

- Ya, pero no estás sólo aquí.

Se queda desconcertada un momento, pero él tenía razón. Había una tercera doblez en su mente, como un garabato en un margen. El dolor de cabeza aumenta su intensidad y gruñe. Sabía lo que venía a continuación. Hazlo. ¿Por qué no? Te apetece, no pasa nada. Nada más pestañear, allí estaba. Justo delante de ambos, como una cortina separando dos mundos. Un joven mirando una pantalla se adivina al otro lado. Ella se queda en blanco. Él se tensa como una cuerda, pero su mirada se desvía hacia su protegida, vigilante. 

- ¿Qué está ocurriendo? - Hay mucha tensión en su voz-. Estoy a tu lado y me estás bloqueando de nuevo.

Ella no puede apartar los ojos de la veladura. Vamos. No es para tanto. Lo estás deseando. Escucha risas diminutas, ropajes moviéndose a su alrededor, uñas rozándole los brazos. Las voces tomando intensidad.

- Es una encrucijada.

El aura de Gabriel parece tocarle la piel. Vibra con tanta fuerza que casi la abrasa y aún así nota que su cuerpo se inclina hacia delante levemente. Siente sus piernas preparadas para avanzar. Eso es. Sisean. Escúchanos. ¿No quieres esto? No hará ningún daño. Las palabras le hacen apretar los dientes. Siente que todo tira de ella y hasta se tambalea cuando da un pequeño paso. Por un momento, juraría que ha dejado de respirar. Gabriel se queda atrás. Jamás le impondría nada y lo sabe, pero cómo ayudaría en estas circunstancias. Ambos reciben más información del exterior. Es tan sencillo. Está ahí delante, solo tienes que... El corazón late con la fuerza de un tsunami y no sabe cómo, pero consigue girarse en redondo. Siente sus adentros anudados a esa tela que los separa.

- Ayúdame. - La angustia se palpa en su voz. Las manos le tiemblan-. Por favor.

Gabriel parece sorprendido, una vez más. Tiene la mandíbula tan tensa que se le marca. La luz parece esculpirle el rostro mientras la estudia unos pasos más atrás. ¿Tanto ha avanzado? Ni siquiera se ha dado cuenta. No huyas de lo inevitable. Las voces le hacen gemir y taparse los oídos. Gabriel acorta la distancia y, de pronto, no hay nada. Silencio perpetuo en aquel anillo de luces de seda que los arropa y gira alrededor de ambos. 

Ella toma una bocanada de aire y deja caer las manos. Él evalúa todo lo que se ha perdido en esos minutos. Se miran, como siempre hacían. Pese al silencio, algo dentro de ella seguía inquieto y molesto. No se lo quiere esconder.

- ¿Qué necesitas? - le pregunta con esa calma forjada con fuego que le caracteriza. 

Observa cómo niega con la cabeza. Repite la pregunta, esta vez poniendo una mano sobre su hombro. Ella intenta centrarse y responder. La cabeza le va a estallar. Se hace un moño rápido y se aprieta las manos.

- ¿Un nanosegundo? - pregunta esperanzada. La duda marcada en su gesto.

Gabriel parece meditar unos instantes. Alza la vista por encima de ella. Sus ojos, transparentes como el rocío, parecen preocupados mientras su mente traza caminos. Ella no pierde detalle de la travesía que recorre. Cuando vuelve a mirarla, parece cavilar entre dos sentidos. No obstante, no parece dudar cuando responde.

- Un nanosegundo - concede.

No tarda en verla escapar fuera de su influjo. Es entonces cuando deja de ocultar su cara de angustia.



viernes, 24 de marzo de 2023

Aguja e hilo.

 Siempre he sabido que me falta algo, algo minúsculo pero que se percibe, o así lo siento, tan nítidamente como un punto rojo en medio de un lienzo vacío. Normalmente me distraigo e ignoro la sensación, pero otros días parece que todos mis sentidos estén a la búsqueda del boquete que tengo para hacerme un remiendo temporal. 

A veces es muy molesto, aunque logro desentenderme de ello. Un zumbido persistente en los oídos, un latido a contratiempo. Sin embargo, llega un momento en el que sé qué es exactamente lo que está fallando. Es entonces cuando siento que la energía huye de mí, como si aquel ínfimo hueco sin su pieza dejase escapar toda la esencia que habita en mí. Busco en vano. Jamás hallo una puntada que pueda cerrar la fisura y me terminan acechando las sombras, como buitres acompañando a un ciervo moribundo.


jueves, 23 de marzo de 2023

Acceso directo

 "Ojalá entendieras cómo te veo". La voz resuena en su cabeza. Vuelve a empezar la conversación, añadiendo las cosas que borró antes de enviar. Ante sus ojos pasan coches, más coches, un rebaño desbocado hacia todas partes. "Es el cariño". Escenifica la situación, murmura las palabras mientras la mitad de ella está en un sitio inalcanzable para la mayoría. "Me matas. Por favor, para. Para un momento". Pisa el freno de golpe y las manos se le tensan sobre el volante. Se queda a un centímetro del coche de delante. Un imbécil se ha cruzado de mala manera.

Sacude la cabeza y cierra los ojos un segundo mientras vuelve a arrancar. Se le ha calado. Le lleva dos intentos recuperar el control, el corazón a cien. El de atrás pita, otro tonto al contador. Su único consuelo, las montañas que asoman frente a ella y, sin embargo, el shock del momento la persigue todo el trayecto cuesta arriba. Vigila con tensión el velocímetro. No quiere perder ni un minuto en llegar, las montañas están cada vez más cerca. Su paz.

Aparca cerca de la tienda, se frota la cara y mira el escaparate, sumido en la oscuridad y esperando a que ella lo ilumine. El corazón como un tambor. No puede. "Respira un momento". No. Para de irte, Alba. Se regaña a sí misma. Deja de cambiar de mundo. 

Mira el reloj del salpicadero. Le quedan 15 minutos. Sale del coche, cierra de un portazo y corre cuesta abajo. Atraviesa el parque y el merendero. Las familias la observan con curiosidad, pero pasa de largo con un objetivo claro. Cuando alcanza el borde del agua, el sol le golpea la cara. Respira. Respira. Respira. Apoya las manos en las rodillas. Le gustaría gritar, pero montar una escena no entra en sus planes. Mira el agua fijamente hasta que se tranquiliza. 

El hilo que une sus dos mundos sigue tirando de ella, insistente. Cierra los ojos un segundo y se concentra sólo en el que no pertenece a la realidad. Un susurro inconfundible traspasa sus defensas.

- Llevas un mes entero desdoblándote. Necesitamos que mantengas el control.

Su atención regresa a la orilla, a las manos que le tiemblan, al aire que no la llena. Piensa en una imagen que ha robado de la Subrealidad, una mano tendiéndole una taza de té humeante. Sonríe.

- Va a estar complicado - murmura.

Se gira para regresar y, automáticamente, el bucle comienza de nuevo. Vuelve a revivir cada conversación mientras busca las llaves de la puerta. "Ojalá supieras..."



martes, 21 de marzo de 2023

Mono no aware 物の哀れ

Luna nueva en Aries. Un nuevo ciclo. Sentada en el suelo, enciende una vela blanca y un incienso de Dama de Noche. No sabe por qué, pero, esta vez, todo su cuerpo le pide concentración y entrega. Respira lentamente y cierra los ojos unos segundos. Entre esas ruinas sólo está ella y la tenue luz que se filtra en estrechas líneas hasta lamer la piedra. Sólo ella y el leve calor de la llama, inspirador y terrorífico a partes iguales. Se concentra en lo que desearía desenmarañar, en lo que regresa una y otra vez a su mente, en las dudas. Impregna la baraja del tarot con toda esa energía, la cual accede desde la tierra a su cuerpo y serpentea hasta llegar a sus manos. Pasa las cartas sobre el humo del incienso y las estira frente a ella.

Las manos en las rodillas y la espalda recta. Aplaca el mal presentimiento que la acompaña desde hace días. No quiere enfrentarse a la verdad, aunque desea que los dioses le otorguen algo de paz a través de ese medio. Quizás lo mejor sea una tirada sencilla: pasado, presente y  futuro. Respira una, dos, tres veces. Una de las cartas vacila en su sitio y se mueve. Lo considera una señal, pero no sabe de qué. La saca de la hilera y escoge otras tres cartas siguiendo su intuición. Una vez colocadas, empieza a darles la vuelta de izquierda a derecha.

Pasado, siete de oros. Éxito, esfuerzo, rendimiento, orgullo.
Presente, reina de oros boca abajo. Egoísmo, inseguridad, soledad.
Futuro, rey de copas boca abajo. Manipulación, imprevisibilidad. Mal manejo de emociones, dependencia.

Se queda mirando el augurio, contrariada. No puede ser. Un escalofrío le recorre la espalda y ladea la cabeza para observar mejor las cartas. Un rey y una reina boca abajo, mirándose fijamente. Niega con la cabeza y siente el tirón hacia la carta que queda boca abajo, esa que ha salido por voluntad propia. Pone todas sus esperanzas en ella. La gira despacio. Rey de oros, al revés, separado de su dama. Avaricia, falta de ética, terquedad. En la misma línea que todas las demás. Un mensaje tan claro como el agua. 

Ese sentimiento que intenta enterrar trepa por su mente y se engancha como un pez a un anzuelo. Se frota el corazón, que late desbocado, y deja de respirar un instante. Desvía la mirada hacia una pintura que la observa desde la pared, el blanco de la tiza comiéndose a la oscuridad. Vuelve a respirar profundo. Toma su cuaderno y piensa en un sigilo que compense todo lo que está por llegar, tras lo cual se apresura a escoger las piedras del conjuro.

- Selenita, amplía tu consciencia, da paz al espíritu. Citrino para la ansiedad y tristeza. Ojo de tigre para combatir el miedo, obsidiana para el equilibro. Jaspe para la vitalidad, para la claridad mental - murmura mientras las mete una a una en un saquito. 

Mete una hoja de laurel con su sigilo, sopla dentro pensando con intensidad en su deseo y lo cierra con un nudo apretado. Lo guarda pegado a su piel y sopla la vela. El humo ondea frente a su cara.

- ¿Ya no soy suficiente? - murmura un joven desde el marco de la puerta.

 Ella se levanta despacio, drenada. Se limpia el pantalón con parsimonia hasta que se siente preparada para mirarlo a los ojos. Suspira y se cruza de brazos. Nota la cabeza embotada.

- Pensé que si existe algo allí arriba... sería más benévolo que yo misma - responde con voz velada-. Pensé que encontraría un poco de consuelo o un milagro. Ya no sé qué pensar.

Gabriel la observa con serenidad. No hay reproche en su expresión. Quizás simplemente... la compadezca. Ella desvía la mirada, incómoda. Se dispone a salir por el hueco que no interrumpe su amigo, su compañero, su guía en los momentos más oscuros.

- Siempre serás suficiente. Confío en ti, con mi alma al completo - musita al llegar hasta él. 

Una mano la detiene y se hunde en su pelo, cariñosa. Lo mira con el rostro dubitativo.

- Entonces, confiarás en mi cuando te digo que hay fuerzas que el azar no puede romper y que - susurra señalando con la barbilla el saquito -, a veces, ni los dioses son conscientes de que es más poderoso un deseo y la belleza de un recuerdo que su voluntad o su juicio.

Se queda callada, abrumada por la energía que la atraviesa de nuevo. El contacto de Gabriel siempre es curativo. Se le cierran los ojos ante la paz que la embriaga y se recoloca los mechones que amenazan con escurrirse hacia su rostro. Deja que la conexión entre ambos se estreche, cayendo en el resplandor de sus ojos. Asiente agradecida y una leve sonrisa crea un hoyuelo en su mejilla.

- Quiero que todo permanezca. No quiero olvidar - confiesa con timidez.

- Y ambos sabemos que no puedes - contesta.

Un instante después, desaparecen juntos por el umbral, sus auras iluminando un cielo sin luna.



lunes, 20 de marzo de 2023

Fernweh

Mira sus botas fijamente. Sobre todo, el charquito en el que se ha quedado quieta. Respira. Inspira. Respira. Inspira. Mueve un poco las puntas de los pies. Avanza un paso. Nieve. Se queda pensativa. Alguien le tira tan repentinamente del pelo que se le escapa un gemido y se gira bruscamente mientras se masajea el punto donde le ha dolido. No tarda en recibir las respuestas que buscaba. 

- Ya basta - ruge su interlocutor.

Le mira fatal.

- ¿Dónde estabas? ¿Ya basta el qué?

- Lo primero no es de tu incumbencia. Y lo segundo, ya basta de esto - comenta, e intenta abarcar todo el espacio con un dedo -. Se me está empezando a ir la olla. ¿Vale? Nos vamos. No puedo más.

La agarra de la muñeca y la empieza a arrastrar como a una niña pequeña. Por los gruñidos que ella profiere y las palabrotas de él, bien podrían estar protagonizado una escena cómica. 

- ¿A dónde vamos? - pregunta, intentando frenarlo con los talones. 

Nota que empieza a derrapar por el hielo. Él siempre es más fuerte que ella. Emite un sonido de frustración y deja caer la cabeza hacia atrás, caminando por inercia.

- A cualquier otra parte. En serio, me estoy volviendo loco. Se acabó.

La joven guarda silencio mientras él sigue con su retahíla. Solo quiere que la dejen en paz. Unos días de serenidad. Un segundo con respuestas. Por un momento, desaparece todo. A veces se queda en blanco dentro de su propio mundo. Nunca le había pasado. Sabe que lo que están diciéndole es importante, pero se siente en una nebulosa donde no procesa nada. Aún así, quiere atender. Solo por eso, intenta abrir los ojos y recuperar un poco el control de su cuerpo. Enfoca la copa de los árboles, nota las piernas moviéndose sin remedio, su brazo estirado y agarrado firmemente por Alain y la fría brisa de un inverno puntual. 

Suspira y vuelve a mirar a su alrededor. Algo llama su atención. Dos líneas de huellas recientes, destacando contra la superficie pulida de la nevada. No puede despegar los ojos de ellas, casi se deja el cuello en su evaluación. Alain da un tirón y le gruñe otra vez. Tras unos cuantos minutos de caminata, ya lejos de todo, paran. Ella se masajea el antebrazo y le observa con los ojos convertidos en dos rendijas de recriminación. Suspira. Huellas.

- ¿Y bien?

- Nos vamos - repite él.

- No va a funcionar.

Alain tiende la mano entre los dos, sin hacer ni caso. Ella tiene la cabeza en otra parte, llenándose poco a poco de muchas preguntas, pero aún así repite su frase: "no va a funcionar". Igualmente, coge su mano con desgana. Nota el empuje y cómo se desdibuja todo a su alrededor. No aparta la mirada de su compañero, de pronto, cansada. El viaje para, y cuando nota tierra bajo sus pies, escucha el agua caer y huele la madera quemada, sonríe para sí. Ninguna sorpresa.

Alain observa todo con ojo crítico. Parece satisfecho durante un segundo con el nuevo escenario, pero, minutos después, le cambia la expresión. Sus ojos parecen oscurecerse incluso más de lo que ya eran. Vuelve a agarrarla de la mano con cierta prisa. Aparecen frente a un banco, en una especie de parque. 

- No me jodas. - Es el primer estallido de ira que le escucha.

Otro tirón y tiene frente a ella el lago en otoño, más tarde nota vapor de agua en la cara y olor a té y, por último, nieve de nuevo bajo sus pies, con luces de diversos colores sobre sus cabezas.

- No me jodas... - Esta vez, la mira fijamente. Ella aguanta estoicamente frente a él -. Llévame a otro sitio.

- Te lo dije.

- Llévame a otro sitio - repite con insistencia.

-No. Hay. Otros. Sitios - enfatiza.

Nota cómo la sangre empieza a hervirle. Si la nieve empezara a derretirse, no sería sorprendente. Se queda con la vista fija en ella, como recordando de pronto algunas cosas. Le coge con la mano la barbilla y la observa detenidamente. Le gira la cara de un lado a otro, con preocupación.

- ¿Te has roto? 

- Lo destruí todo, ¿recuerdas? - explica, contrariada. Omite su pregunta-. Solo queda esto, temporalmente. Es esto, o "La Nada".

Alain parece consternado. Por un momento, parece que va a perder los nervios. Unos segundos después, le observa cuadrar los hombros bajo la cazadora de cuero y pasarse la mano por el pelo, negro como el azabache. Le suelta la cara y mete las manos en los bolsillos. Su figura rompe con la claridad que los rodea.

- Quiero todo de vuelta. No quiero tener que intervenir como la otra vez, ¿recuerdas? - dice, imitando su tono -. Apáñatelas como quieras, pero estoy empezando a perder la paciencia.

Parece que va a decir más cosas. Sus cejas se contraen un instante, pero al final vuelve a ocultar tras capas de indiferencia su pensamiento. Pasa por su lado, la tira del pelo de nuevo, vengativo, y comienza a alejarse. Ella intenta golpearlo en el brazo, pero se hunde en la nieve, allí donde Gabriel y él pasarían casi flotando. Masculla unos cuantos improperios mientras nota el agua en los calcetines, pero su mirada ve más huellas en el horizonte y se queda en blanco de nuevo. Respira. Espira. Respira. Espira. Se vuelve hacia las luces y se queda paralizada, otra maldita vez.



sábado, 18 de marzo de 2023

Yù yī

Se estira las mangas hasta que le cubren las manos, heladas. Había hecho un día radiante, pero a medida que caía el sol, el frío se estaba apoderando de todo, hasta de las mentes desprevenidas. 

- ¿Podemos dar un paseo? - manifestó.

Gabriel tardó un rato en aparecer, manos en los bolsillos y semblante sereno. Lo observó por encima del hombro, desviando los ojos de las aguas tranquilas del lago, hasta que se detuvo a su lado. Sus miradas se cruzaron y él terminó esbozando una sonrisa. Le ofreció el brazo y ella se agarró a él, agradecida. Pronto se encontraron en un largo sendero, oculto por densos ramajes entre los que la luz de las estrellas tenía problemas para pasar. Gabriel caminaba a paso lento y seguro, simplemente había que dejarse guiar.

- Echo de menos hacer esto en la realidad. La noche siempre me tranquiliza.

El vaho sale por su boca cuando habla y lo sigue como si fueran sueños lanzados al cielo. La noche se cierne sobre ellos. El viento susurra y el silencio no molesta. Atraviesan un pasillo donde se ven pequeños brotes, listos para la primavera. Los roza con las yemas de los dedos y vuelve a colocarse las mangas.

- ¿Estás enfadado conmigo? - musita, la preocupación palpable.

- Creo que eres tú quien está enfadada contigo misma.

La respuesta la deja pensativa. Toma aire y lo suelta lo más despacio que puede, un gesto que últimamente se ha vuelto una costumbre ineludible. Pensó en darle la razón en voz alta, pero en realidad él ya sabía que no se equivocaba.

- ¿Y..? - comenzó, pero se vio interrumpida.

- Sí, está enfadado. Pero no contigo. - Se le escapó una pequeña risa -. Ya se le pasará.

- Todo es demasiado complicado. No creo que haya un solo sentimiento válido. Ni siquiera sé cómo me siento yo... - duda -. O, al menos, no por completo. 

Nota que el ambiente se empieza a aclarar. El pasillo que los amparaba se abre frente a ellos. El cielo deja entrever la luna, pero los perfiles de las nubes brillan augurando tormentas. Gabriel tira de su brazo levemente y la hace parar.

- Solo percibo un montón de sentimientos equivocados. Estás siendo tremendamente dura contigo misma - dice sin titubear. Su voz, como de costumbre, calando sin pretenderlo. 

Desvía la mirada hacia arriba. Diminutos copos de nieve comienzan a mecerse entre ellos.

- Había mil desenlaces viables - comenta mientras hace un pequeño cuenco con las manos. Un copo se posa, rendido, en el fondo -, pero solo soy capaz de atisbar el que he tenido que escoger. Y eso me atormenta. Por eso sigo recreando el principio una y otra vez, por si puedo guardarme la sensación de no saber cómo acaba.

lunes, 13 de marzo de 2023

Comunidad

Miró la pared que tenía enfrente, evaluativa. Con las piernas cruzadas y la cara manchada de tiza, trazaba una y otra vez unas líneas verdes y sinuosas sobre un horizonte blanquecino. Tenía el semblante ensombrecido y un halo hermético que por poco los expulsó de allí, pero la pared de hormigón destellaba con colores inverosímiles. Había mucha belleza en aquella estampa.

Ambos habían sentido abrirse La Brecha y, significara lo que significase, no podían negar que habían podido respirar por primera vez en semanas. Se miraron e inclinaron la cabeza a modo de saludo cuando se encontraron en la puerta de la localización. Luego, toda su atención se posó de una forma casi obsesiva sobre la joven que pintaba. Entraron en la habitación sin hacer ruido, tanteando terreno.

El más alto de los dos, con una energía tan luminosa como la luna llena, se agachó a su espalda. Cerró los ojos y buscó en La Brecha el significado de la imagen que se distinguía en el muro. Normalmente, ellos deberían de haberlo sabido todo, pero, por algún motivo, aquella vez había sido diferente. Ella los había cegado, a propósito. Las imágenes fueron apareciendo como una historia en sus mentes, tres melodías por fin sincronizadas. Uno de los dos mostró los dientes y gruñó. El otro solo suspiró y sintió una presión descomunal en el pecho.

Fuera quien fuese el que inició el movimiento, una mano comprensiva se posó en el hombro de la artista. Los movimientos de esta cesaron y abandonó la tiza que estaba usando en el suelo, junto a otras ya casi consumidas. Miró su obra, y aunque no le veían el semblante, parecía resignada al recuerdo que la había impulsado a crearla. Tras un leve intercambio de miradas, una segunda mano se posó en su hombro izquierdo y el gesto lo detonó todo. Ambos jóvenes sintieron como una maza el primer espasmo que la atravesó, pero dejaron que el dolor se repartiera, como siempre habían hecho, entre todos, para hacerlo más llevadero.





domingo, 12 de marzo de 2023

sábado, 4 de marzo de 2023

Si estoy fuera, no estoy dentro.


Toma aire. Aguántalo. Suéltalo despacio, despacio, despacio.

El corazón se enfurece. Repetimos.

Toma aire. Aguántalo. Suéltalo despacio, despacio, despacio.

Tendida en el suelo, estira las piernas y los brazos al máximo posible. Las manos buscando el presente, acarician la tarima y tratan de compensar la mente. Si estoy fuera, no estoy dentro. Me aparto.

Suéltalo despacio. 

Un segundo de tregua y regresa otra vez. 

Despacio, despacio, respiro, me aguanto, me aislo, me canso.


jueves, 2 de marzo de 2023

Punto de partida

Hace mucho que no vienes  dijo.

Su voz se oyó mientras se aproximaba con paso desenfadado, las manos en los bolsillos y una media sonrisa rompiendo su armonía.

El joven al que se dirigía, con los ojos claros perforando el horizonte, no se molestó en desviar la mirada para atenderlo. Su camisa blanca y holgada se pegaba a él mientras luchaba por zafarse del viento. Algunos mechones rubios se mecieron ante sus ojos. Su silueta, con las manos situadas a su espalda, recordaba a antiguos mitos sobre héroes y semidioses.

Hace mucho que no me llama  musitó como respuesta, notando como su compañero se situaba a su lado, mirando también hacia el atardecer y al mar que lo precedía.

La energía que emanaba del recién llegado era demoledora. Había en ella oscuridad, sí... algo que ponía la piel de gallina, casi violento. También había algo altanero, resuelto y seguro. Muy de fondo, escondido entre capas y capas de misterio, quizá, un amor incondicional como el que él mismo ocultaba desde hacía años. Ese muchacho, por más que lo provocara una y otra vez, tenía su respeto. Cada uno cumplía con su deber allí y, aunque jamás se lo confiaría, en ocasiones llegaba a pensar que era su tarea y no la que él mismo hacía, la más difícil y delicada de las dos.

Hoy la he visto  dijo, rompiendo el silencio. Se pasó la mano por el pelo, oscuro como la noche, y volvió a meter las manos en sus vaqueros.

¿Has hablado con ella?  preguntó con serenidad.

No. Ni siquiera me he acercado. Ya sabes que suelo mantenerme al margen - esa frase provocó un leve carraspeo divertido. El chico entornó los ojos y esbozó una media sonrisa también. Antes de continuar, sin embargo, su rostro tomó un matiz diferente. Contrariado y preocupado-, pero...

Sintió cómo se le ponía la piel de gallina. No solía haber peros cuando se trataba de él. Se giró y, por primera vez en mucho tiempo, se miraron a los ojos. Oscuridad contra luz, sus energías parecían mezclarse allí donde se tocaban. El pelo azabache de su compañero se ondulaba con la humedad, pero sus ojos parecían arder como el fuego. Tomó aire y notó que la tensión cedía.

¿Qué ocurre?

Que no me ha dejado entrar.  Y aquella última palabra sonó como si estuviese apretando los dientes.

Las palabras lo golpearon como la metralla. Evaluó por un momento sus facciones buscando alguna vacilación. Un signo de que le estaba mintiendo. El aludido negó con la cabeza, las sombras comenzando a rodearlos y la luz cediendo al abrazo. Tras ellos, hacia tiempo que todo se había apagado.

Mantengamos la distancia  decidió, pese a que en su interior quería salir corriendo hacia allí.

¿Y los demás?

Que ni se les ocurra acercarse...