miércoles, 4 de octubre de 2023

Mira a otro lado.

 Otoño lento, otoño amodorrado. El calor aún abrasa el suelo y rebota contra mí cuando salgo a pasear, pero no da tregua a los árboles, que se están empezando a desnudar. En estas fechas suelo adquirir una costumbre singular. Me quedo mirando las hojas de un viejo y retorcido ejemplar que siempre me ha parecido un superviviente entre sus altos y estirados camaradas. Todos apuntan hacia arriba y él ha debido cansarse de seguir alzando el cuello como ellos, porque se ha encorvado y mira al suelo, tozudo, curioso y arrugado. Incluso su tronco se ha engrosado para aguantar semejante empeño. 

A veces me siento un poco ese árbol. Me miro las manos y me sorprendo de este cuerpo, exactamente igual que él parece reírse, medio doblado, de ser el único en ese bosque que es consciente de que a todos se les están cayendo los cabellos. Y luego llega la primavera con su verde manto y el suelo queda despejado. Y yo me pregunto, mientras atisbo cómo el viejo árbol lame una flor, si todos los que se negaron a bajar la vista, fueron conscientes alguna vez de cómo había pasado el tiempo a su alrededor.