A mí no me hace falta recordar cómo era de joven, porque en el fondo siempre he sido la misma. Antes con menos seguridad, menos fuerza en los noes y base de conocimientos, pero idéntica en ideales y en la atención que he prestado al mundo.
Siempre he sabido qué soy y qué no. Jamás me he basado en las descripciones o las esperanzas ajenas para convertirme en otro alguien. Para encajar. He intentado ser constante, pero mejor cada día. Soy feliz.
A veces me acuerdo también de lo que erais vosotros. Mis amigos. Mis conocidos. Y siento decir que no queda casi nada de vosotros. Os habéis terminado definiendo por terceros y sin ellos no sois nadie. No existís. No hay vida, ni anécdotas, ni sueños. Veo las fotos y os reconozco, pero eso es todo. No hay luz en vuestros ojos. Un hueco al pasado. Una tumba.
En gran porcentaje habéis terminado siendo la descripción de personaje de la primera página de una novela de ficción. Pero os juro que, haga lo que haga, yo no puedo olvidarme de cuál fue vuestra precuela.