martes, 24 de junio de 2014

El estallido.

Disparó una, dos, tres veces. Sentí cómo las balas penetraban en mi cuerpo, ardían, prendían la carne... y luego nada. El dolor se apagó tan rápido como había venido. La sorpresa inicial se apaciguó. Me incorporé mirando mis manos ensangrentadas, alcé la vista hacia el ser que aún sostenía el arma en alto y me eché a reír. Mi carcajada hizo reverberar las paredes como si el hielo más afilado estuviera creciendo en sus entrañas.

Fue entonces cuando La Bestia, oculta tras un rostro de humano, frunció el ceño al sentirse contrariada. Miró con calma el arma de fuego que sostenía y terminó por vaciarla con dos golpes secos. Las balas que habían quedado intactas en su interior repiquetearon sobre el suelo de la habitación. Ladeé la cabeza, observando sus movimientos, y di dos pasos hacia ninguna parte.

-Te dije que no funcionaría.

Los ojos claros de La Bestia no me miraron. Observaron el movimiento de sus propias manos dejando la pistola sobre la primera mesa que encontraron.

-Te dije que lo intentaría hasta el final. Hasta sacarte de ahí dentro- su voz grave hizo vibrar el aire. La seguridad de sus palabras, mariposas de ceniza en mi pecho.

Noté un chispazo de interés. Un acorde de deseo... Desapareció. El lugar de esos sentimientos fue ocupado por una pizca de humor barato. Esbocé una sonrisa condescendiente.

-Intentas encender un interruptor que lleva demasiado tiempo apagado- comenté una vez más. Era el mismo discurso de otras vidas, de otros meses, de otras horas. Paseé distraidamente las manos por los agujeros ennegrecidos que habían usurpado mi camiseta. Chasqueé la lengua con disgusto-. No era necesario que me acribillases de esa forma. Ambos sabíamos que ese no era el camino.

-Ah, pero... ¿es que acaso hay un camino?- fue el hombre el que esa vez usó un tinte sarcástico en su entonación.

-Eran solo palabras, aunque quizás...- alcé la mirada hacia el rostro de La Bestia. Nuestras pupilas coincidieron fugazmente. Sonreí-. No, no creo que haya ningún camino.

Di la espalda a mi acompañante y anduve con tranquilidad hasta toparme con la barra del salón. Una sombra me sirvió una copa de vino tan pronto como posé mi mirada en ella. Agaché la cabeza en un agradecimiento silencioso y me giré para ver danzar a sus hermanas por el resto de la sala. La oscuridad viraba de un lado a otro en una cadencia misteriosa. Me llevé la copa a lo labios y disfruté del sabor dulzón de su contenido durante unos minutos.

La Bestia había permanecido quieta en el centro de la sala. Una mano estaba apoyada sobre el arma con  la que minutos antes me había disparado. La otra yacía escondida en un bolsillo de su chaqueta, donde sin duda alguna, aferraba un antiguo reloj.

-Es hora de cambiar las cosas- apenas escuché lo que decía. Moví la cabeza mínimamente, un gesto que me permitió mirar directamente al joven sin esforzarme demasiado. Él hizo de espejo-. Lo hemos intentado todo. Y no hay más tiempo para ti.

Alcé una ceja mientras removía el contenido de mi copa. Estaba claro que había oído demasiadas veces esas mismas palabras. Escuché sus pasos aproximándose y desvié la mirada con aburrimiento. De pronto, su rostro joven estaba de nuevo frente a mí, con los ojos prendidos en llamas y un calor sofocante naciendo de él. Las sombras que nos rodeaban se replegaron un poco y decidí que quizás era una señal de que debía prestar atención a la situación. Durante unos segundos no sucedió nada pero, de pronto, mi copa se había hecho añicos contra el suelo y la mano derecha de La Bestia se hundía en mi estómago y se tintaba de carmín con mi sangre. Boqueé varias veces. Maldije y me aferré a la barra que quedaba a mi espalda.

-¿Qué demonios... pretendes?- mascullé. Como respuesta, retorció su mano en mis entrañas-. ¿No entiendes... que tus garras harán el mismo papel que tus balas sobre mi ser?

Acerqué mi cuerpo al suyo, hundiendo más la herida, desafiándole.

-No puedes ganar... 

La Bestia contuvo el aire. Su expresión no cambió un ápice mientras su mano cambiaba de rumbo en mi interior. Trazó un recorrido de subida que me provocó nauseas. Entonces se acercó a mis costillas y comprendí lo que pretendía. <¡No!> chilló mi mente. <<¡Aléjate!>>. Su mano destrozó mis pulmones, se abrió paso entre venas y arterias y tocó las paredes de piedra de mi corazón. Tomé una última bocanada de aire cuando sentí que lo acunaba en su palma. Me ardieron los ojos.

-No lo hagas- susurré, pero no había piedad en su mirada.

-Éste es el camino- dijo y, por un momento, creí ver un pequeño destello de miedo en sus facciones-. Enciéndete.

Entonces sus uñas fragmentaron las paredes de piedra. Durante unos minutos no pasó nada. El tiempo paró para darme un respiro. Pero entonces se escuchó un latido. Su mano apretó las corazas del Corazón de Piedra y las fragmentó sin ningún titubeo. El primer golpe fue el peor. Recuerdo la ola de caos recorriendo la estancia, las sombras chillando, el goteo de la sangre. Recuerdo el pasado reclamando su lugar, el amor y el odio contrarrestándose. Recuerdo la ira y el miedo, las imágenes de los años perdidos reptando por doquier. El dolor de las heridas atravesando los boquetes de mi vida, ver el puzzle deshacerse y recomponerse de nuevo. Me vi estallar y renacer en cuestión de segundos. Toda una vida ante mis ojos. Lloré, pero cuando me iba a desplomar, exhausta, La Bestia me sostuvo. Noté cómo sus manos temblaba y el aire serpenteaba a nuestro alrededor. 

No fue hasta pasadas varias horas cuando noté unas alas rodeándome. Abrí los ojos lo suficiente como para confirmar que nacían de la espalda del joven que me había rescatado. Volvimos a cruzarnos en la Nada.

-¿Qué eres?- articulé. Él esbozó una media sonrisa.

-Un ángel caído- posó su palma, ya limpia, sobre las heridas. Observé cómo se cerraban y arrastraban parte del dolor.

-Parece que al final, has encontrado El Camino- me miró con curiosidad.

-Sí...- sonrió con satisfacción. No había ni rastro del fuego en su rostro, pues se había extinguido mientras reavivaba lo que quedaba de mí-. Te he devuelto tu humanidad.


3 comentarios:

  1. Duro de leer. Fuerte, directo, vivo. No sé... Es uno de los textos más hermosos y puros que he leído, y me ha inspirado bastante. Pronto espero mandarte la respuesta, pues me has dado unas ganas enormes de escribir. Saludos, y un fuerte abrazo

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    1. Gracias Victor. Ya necesitaba escribir algo así.

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    2. Si. Al leerlo creo haber captado algo de ti. Si se siente aquella necesidad. Al menos un atisbo. Pronto escribiré la respuesta. De momento, de nuevo te felicito por él, y te agradezco por compartirlo. Es de mis favoritos. Un fuerte abrazo, hasta protno

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