lunes, 24 de agosto de 2015

Carnaza.

- Lo dejo.

- ¿Cómo que lo dejas?

- No quiero actuar más.

- Sales a escena en media hora.

Me encogí de hombros y le sostuve la mirada. Ella gruñó. No dijo nada, lo que evidenció que había conseguido cabrear a una persona en menos de un minuto. Se inclinó en su mesa y buscó en los cajones. Me plantó mi contrato en la cara.

- Aquí te comprometiste a ello.

- Me descomprometo.

- Eso no es posible.

- Mire... usted no lo entiende. Esto me consume. No puedo seguir, yo... - el deslizar de su silla me interrumpió.

- Ven conmigo - y salió de la sala.

Caminamos hasta atravesar despachos, salas de reunión y camerinos. De pronto me encontré entre cajas, entre dos de esas cortinas inmensas que guardan los laterales de los escenarios. Me tomó del hombro y me hizo inclinarme hasta asomarme. En la parte de atrás, me vi a mí misma proyectada en varias imágenes de diferentes etapas de mi vida. Al frente, miles de fans vitoreaban, esperando con ansia que empezara el espectáculo.

- Todas esas personas, caras pintadas, camisetas con tu nombre, pancartas en mano, han pagado por estar aquí y te aguardan. Son tu público. Te esperan.

- No me esperan a mí. Esperan cosas de mí.

- Todo el mundo espera cosas de ti, pero un público siempre viene a disfrutar, no a juzgarte.

- Eso es lo que cree... - sonreí triste- pero el más mínimo error te lleva de la cima al infierno.

- Solo son humanos, chiquilla- susurró mientras admiraba a la multitud, pero donde ella veía caras entusiasmadas, yo solo atisbaba las fauces de miles de cocodrilos esperando el mínimo despiste para dejar de sonreír.

1 comentario: