lunes, 28 de agosto de 2017

Transicionar

Hacía frío. No había viento, ni lluvia, ni nieve, pero el ambiente era tan gélido que el vaho nacía en su boca y acariciaba el techo antes de disiparse. La taza de té quemaba entre las manos, pero aun así era un consuelo sentir algo.

Se escuchó cómo un árbol quebraba en el exterior y caía a peso, mitad en el suelo rojizo que conformaba la ladera donde se asentaba la cabaña, mitad en el lago, que a pesar del clima no congelaba sus aguas. Quizás era una buena oportunidad para conseguir madera, pero algo en el interior de la joven sabía que la chimenea no se encendería, ni ninguna vela, ni ninguna luz. Dio un sorbo tranquilo y ocultó más las manos bajo la manta sin apartar la vista de la puerta.

El Mal siempre hacía su entrada en los momentos más desesperados.
Necesitaba paciencia.
Paciencia.

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