Muerde el polvo por una noche (2º premio literario en un certamen escolar)
Abrí la
nevera y cogí el brik de zumo. El reloj de la sala dio las nueve en punto y, mientras el cartón se me resbalaba entre los dedos, miré hacia la puerta de la
habitación para confirmar mis temores. Sí, allí estaba ella. Aguanté la
respiración y avancé sigilosamente unos
pasos, pero un leve movimiento en su mano derecha me indicó que estaba al tanto
de mis intenciones. Seguí su mirada y lo vi. No podía ser cierto… ¿Cómo había
tenido yo ese descuido? Aquella fiera de largas uñas me miró fijamente. En tres
segundos exactos comenzó mi carrera contra reloj frente aquel ave rapaz. No
podía permitir que obtuviera el poder del objeto negro y peligroso que ambos
acechábamos. No quería pensar en la tortura a la que me sometería otra vez si
se hacía con él. Durante unos minutos peleamos por nuestro objetivo, pero yo,
hábil y más fuerte que mi contrincante, me hice con la presa y caí exhausto en
el sofá con el mando entre las manos. Nada de ballets ni musicales. Hoy… ¡¡TOCA
PARTIDO!!
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