- ¿Qué estás haciendo?
Su voz me sobresaltó. Observé cómo tomaba asiento a mi lado, las mecedoras comenzando a balancearse al mismo tiempo. Sonreí levemente. Siempre me provocaba la misma reacción.
- Recrearme en mi miseria, como es costumbre últimamente. - El humor asomándose en mis comisuras. Una mano tras mi cabeza. La vista en la luna.- Nunca estoy segura de cuándo vas a aparecer, ¿sabes?
No me hacía falta mirarlo para adivinar que sus facciones no habían cambiado ni un ápice desde la última vez. Siempre eterno, inmortal. Los años no importaban.
- Solo vengo a recordarte que nunca hay una sola elección correcta - dijo, como obviando mi comentario anterior.
- Depende de lo que consideres por correcto en un futuro no muy lejano - comenté-. Solo quiero ser feliz. Y la verdad, no estoy segura de que todos los caminos disponibles actualmente me vayan a llevar a ese objetivo.
El silencio que sostenía nuestra conversación bailó ante nosotros unos minutos. La noche era tranquila y los árboles se inclinaban ante mí de vez en cuando. Los tejados brillaban en el horizonte, aún devolviendo el calor del verano a las estrellas. Las calles estaban desiertas y bajo mis pies apoyados en la barandilla de la terraza, un gato se acurrucaba en la acera creyéndose inadvertido.
- ¿Sabes que la felicidad puede ser una elección? - murmuró al cabo de unos instantes-. Si por un instante dejas de creer que una serie de cosas sucederán inevitablemente, que el universo te debe algo bueno, que el destino traerá aquello o esto otro... Si solamente vieras el paso que hay que dar inmediatamente y no trataras de adivinar lo que está lejos, tan lejos que es imposible de atisbar, tal vez entonces, serías más feliz. Pierde el control, no te prepares para la respuesta a un acertijo indescifrable. Hay muchos hilos siendo movidos al mismo tiempo.
Medité sobre sus palabras.
- ¿Y qué hay del pasado? - pregunté mientras daba vueltas a mi forma de pensar, de manifestar y divagar. ¿Era tan erróneo mi enfoque en la vida, que sufría de más?
- El pasado ya no existe. Solo existes tú. Ahora. Ahora. Ahora.
Enmudecí y me giré para observarlo. Él desconectó su vista del cielo y me sostuvo la mirada. Después de un segundo, desentrelacé mis dedos de mi corazón y tendí la mano entre nuestras mecedoras. Él se limitó a cogerla y sonreír.
- Ahora - susurré.
"El pasado sólo es una historia que nos contamos a nosotros mismos"
ResponderEliminarEl futuro reside más allá del horizonte. Un texto precioso, però sigo teniendo la sensación de que nos perdemos una gran escritora.
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