miércoles, 12 de abril de 2023

Cine mudo

Gabriel sujeta a Alain, que me apunta con un dedo, acusador, lleno de ira. Nunca le había visto estallar de esa manera. Parecía un león enjaulado recién liberado, sus movimientos cortantes y letales, como un filo en la oscuridad. No gritaba, sabía que no le permitía a nadie que me alzara la voz, pero todo lo que decía, cómo lo decía... era demoledor. Sobre todo su mirada, los músculos tensos, la inclinación de su torso como tratando alcanzarme. Gabriel, de espaldas a mí, decía más con su postura medio encorvada que si se hubiera puesto a hablar. Aguantaba estoicamente cada intento de Alain por escupirme las palabras a la cara. Su silencio también pesaba como una losa. 

Los dos se mueven ante mis ojos a cámara lenta.

La energía de ambos siempre tenía un matiz protector que nunca desaparecía, pero ahí sentada, en un tronco tirado en medio de la nada, no podía evitar percibir que reinaban más tinieblas y reproches que afán por mi bienestar. Lo peor de todo no era que yo estuviese allí con ellos encarando la situación, si no que estaba presente en cuerpo, pero nada más. Con la barbilla apoyada en un puño y la otra mano sobre el cuello, miraba la escena como si fuese una película. Aquello no me estaba pasando a mí. Era imposible. ¿Verdad? No entendía la situación, ni entendía el porqué. Ni las lágrimas ni las palabras hacen acto de presencia.

Miro a un punto fijo entre los dos jóvenes, en absoluto shock, y no siento nada de nada a parte del recuerdo de lo que yo sabía que debería estar en mí y, subyacente, un tremendo caos bajo las costillas que duele como hierro al rojo vivo contra la piel. 

Tomo aire y lo suelto despacio.

Esta vez, ni siquiera me alivia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario