martes, 4 de abril de 2023

Siempre indeleble

- ¡Gabriel! La veo, por fin. Viene hacia nosotros. - Se oye afirmar a una voz grave y algo rasgada.

El aludido se levanta de la roca donde estaba sentado y otea el horizonte, abriendo los sentidos y percibiendo la energía de la joven a poca distancia. Intenta interpretar su estado de ánimo por lo que le llega de ella, quiere estar preparado, pero sobre un evidente pesar y malestar se han depositado otras muchas emociones que no entiende. Alain también parece arrugar el ceño mientras mira al suelo. Se frota las sienes, desconcertado por la información que ofrece el vínculo que tienen. Incluso alza la vista y mira a su compañero sin saber qué interpretar.

Deciden esperar a que llegue, pero en cuanto perciben su silueta, casi tienen que forzar a sus bocas a permanecer cerradas. En cuanto la joven pisa el claro donde se encuentran, empieza a escucharse una música que va aumentando su volumen según se aproxima. Pese al terrible aspecto que presenta, su rostro parece sereno, como si nada la sorprendiera. Alain es el primero en acortar distancias, abrumado por el sonido y lo que está viendo.

- ¿Qué carajos está sonando? - El volumen es tan alto que tiene que alzar un poco la voz.

- Vivaldi, El Verano- contesta ella sin cambiar de expresión.

Gabriel lee entre líneas. Abatimiento, resignación, nostalgia. Alain solo arruga la nariz y evalúa toda la situación sin encontrar ningún sentido a nada. Detrás de la joven, una ardilla aparece corriendo y un halcón la vigila imponente, desde las alturas. Sobre él, se proyectan dos cuadros que vibran solo con mirarlos. Apoyada sobre un árbol, está una estatua y un proyector de cine antiguo que traquetea mientras se escuchan diálogos en francés. Gabriel tampoco puede despegar la vista del despliegue que acompaña a la chica. Aún así, se pone a su altura y se esfuerza en mirarla a ella.

- Tienes la lengua azul - menciona, y ve como se le escapa una sonrisa antes de responderle.

- Lo sé.

- Y sirope en la barbilla.

- Lo sé. De chocolate.

- ¿Te has olvidado de cómo comer como una persona adulta?

- No he sido yo - musita con vergüenza mientras juega con algo que tiene en la mano.

Alain parece tan fuera de lugar que solo cambia su peso de una pierna a otra. Aún así, se nota como el enfado está empezando a aferrarse a sus extremidades. 

- ¿Cómo ha ocurrido esto? - masculla.

Ella se encoge de hombros y mira a Gabriel. Una pregunta en la mirada. Tras una leve afirmación por su parte, vuelve a enfocar a Alain.

- Quería quitarme algo de peso de encima... para que no fuera tan difícil esta vez.

Alain la mira sin pestañear. Baja un poco la cabeza y hace un gesto con las cejas, como evidenciando que no había más opciones a parte de la de seguir hablando. La joven suspira, agobiada. Se mira las manos, evaluando la mejor manera de explicarlo. Sus ojos se fijan en la piedra azulada que tiene aferrada. Mira al horizonte.

- Intenté guardar algunas cosas, ya sabéis, en las arcas. Que no estuvieran todo el rato en primer plano, pero... - lanza la piedra con todas sus fuerzas.

Gabriel y Alain siguen con la mirada el proyectil. Cuando desaparece en el horizonte, se miran de reojo y la observan. La chica, con la mano alzada sobre la cabeza y la mirada en el suelo, aguarda pacientemente. Un silbido chirría por encima de la música y, de pronto, algo impacta contra su palma. Baja el puño con gesto dolorido.

- He descubierto que es imposible - comenta. 

Todos sienten a la vez una amalgama de emociones que rebosa por doquier mientras ven cómo, al abrir la mano, la pieza de lapislázuli ha vuelto a su lugar.

- Da igual qué quiera dejar atrás. - Se mete la mano en los bolsillos y saca miles de cosas. Chucherías, una concha diminuta, una caja de té... - Siempre vuelve una y otra vez.

 Los tres observan discos de bandas de metal, un ejemplar de El nombre del viento, unas gafas de sol, una flor tremendamente curiosa, varias fotos que, para ellos, no significan nada, una grabadora que parece reproducir en bucle varios audios, folios y más folios llenos de escritos, un amuleto del Final Fantasy... Algunas cosas se caen al suelo. Ella se apresura a recoger un copo de nieve y a metérselo en el bolsillo de nuevo. Ese recuerdo es muy importante. Lo demás vuelve por su cuenta al mismo sitio. Se oye otro suspiro mientras termina de recolocar las cosas dentro del abrigo. 

- Tienes un tatuaje - comenta Alain, incrédulo, mientras le sube la manga y rasca la tinta para intentar quitárselo.

- En realidad, tengo varios - replica mientras retira la mano, divertida, y mira hacia atrás, a los animales, a las obras de arte. Se queda pensativa. -. Algunas cosas se quedan contigo para siempre, inesperadamente.

Justo cuando sus dedos repasan, distraídos, las extrañas palabras que hay bordadas en su camiseta, las notas finales de la orquesta encuentran su camino hacia el silencio.






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