jueves, 30 de marzo de 2023

Brújula rotísima.

 Me siento intrigada, me siento emocionada, exaltada, curiosa e infantil. Tan pronto estoy centrada como abstraída, se me caen las cosas al suelo y no termino nada de lo que estoy haciendo. Soy una camicace, sólo quiero jugar, que le den a madurar.

Quiero dormir mucho, más que nunca, o quizás lo que busco es ese momento en el que puedo cerrar los ojos e imaginar lo que me apetece sin que me molesten. Mi mundo, mis historias, mis tramas sin sentido. Repetir secuencias inexistentes, escuchar lo que no he oído nunca. Bucles y más bucles, también en la realidad. Actualizando, actualizando, actualizando. Golpe de adrenalina. Felicidad durante días, pero eh, todo lo que sube tiene que bajar.

Llega un momento amargo, justo cuando evalúo los otros sentimientos que casi se quedan sin respiración de estar tanto tiempo bajo el agua. Ese que me hace sentir atada, el frustrado, el dudoso, el que echa de menos, el culpable, el que rechaza continuamente. De pronto, entro en estado de shock y necesito salir a que me dé el sol, no importa en qué sitio esté. Respiro mil veces conscientemente, agobiada, buscando alejar todo lo malo de mí. 

Me esfuerzo por ser objetiva y solapo todas las emociones, me hago la valiente y me obligo a mirar la foto entera solo para no darme asco. Miro también la lista de preguntas que no he hecho, el mar de dudas que he sembrado. Un montón de piezas que no encajan en ninguna parte y el rincón sellado de las cosas que no se deben decir. Es entonces cuando presiento que no solo he ido borrando las líneas que solían establecer mi ánimo. La del bien y el mal está tan borrosa que ya ni puedo intuir dónde estaba antes. La que señalaba qué necesito yo, dejó de existir hace demasiado.

No entiendo nada. Lo apago todo, me sobrepasa. Quiero seguir feliz un rato más. 

Maldita egoísta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario