martes, 28 de marzo de 2023

Nompuehuenu


Empuja la barca con todas sus fuerzas. En la orilla del lago, el césped termina de sopetón y deja abierta una curva diminuta de arena húmeda. A pesar del tamaño, los zapatos se le habrían hundido hasta desaparecer, por eso prefirió tirarlos dentro del bote antes de empezar a arrastrarlo hacia el agua.

- ¡¿En serio vas a ignorarme?! - dijo Alain desde la ladera.

Llevaba todo el día detrás de ella como una sombra. Parecía que realmente había llegado a su límite, estaba cabreadísimo, pero ella le había ignorado con vehemencia en repetidas ocasiones. Se imaginaba su ceño fruncido y sus respiraciones profundas, y le daba la risa. Justo cuando consiguió que la barca flotase libre y se subió a ella, decidió observarlo para despedirse de él con una media sonrisa socarrona y la manita alzada. El joven resopló. Se había permitido quitarse la cazadora e ir en manga corta. Los músculos de los brazos se le marcaban, seguramente por la fuerza con la que se estaba cruzando de brazos. Eso la hizo sonreír más mientras se alejaba poco a poco del borde.

- ¡HOY NO PIENSO PREOCUPARME DE NADA! ¡ES MI DÍA LIBRE! - le gritó con una alegría inusitada. 

Acto seguido, le dio la espalda, se sentó en la madera con cuidado de no volcar, asomó los pies por el borde, se limpió el barro, tomó uno de los remos y viró la trayectoria hasta encaminarse al centro del agua.

Era un día tranquilo. Olía a flores, la brisa hacía sonar las briznas de hierba al ser agitadas y los pájaros sobrevolaban el lago, llevando en sus pequeños picos materiales para sus nidos. Pronto habría diminutos seres asomando por doquier. Suspiró sintiéndose por fin libre. Ese día era suyo, no había cabida para la angustia. Se tumbó en el bote y se centró en sentir el suave balanceo y el sol en la cara. Con la mente casi en blanco, terminó por remangarse la ropa para sentirlo en la piel, algo de color no le vendría mal.

No supo cuánto tiempo estuvo ahí, pero estaba atardeciendo cuando volvió a abrir los ojos. Pensó en qué cosas se habría perdido en aquellas horas. Justo en ese momento, en su realidad, vio varios mensajes que le provocaron una emoción absurda y una carcajada inmensa, una risa tan de adentro que se transmitió por sus sentidos hasta golpearla en aquella barca que se mecía con el viento y el agua. Todo vibró mientras le entraba una risa incontenible. En algún rincón de su mente, notó que Gabriel y Alain se estaban contagiando también.

Una brevísima lluvia de primavera comenzó a mojarla entonces, y aún así no podía parar de reírse. Se agarró la tripa a la vez que se medio quejaba del dolor de los músculos. Cuando acabó y consiguió recuperar el aliento, el cielo ya no estaba vacío. Un arcoíris maravilloso había surgido con los últimos rayos del sol y formaba un círculo perfecto sobre el reflejo del horizonte.


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