viernes, 2 de junio de 2023

Dadirri

 Cogí aire como si fuese a hacer una inmersión profunda. Cogí aire y me zambullí en mí. Ese viaje se hacía solo unas pocas veces en toda una vida, supongo que por eso daba tanto miedo. ¿Quería nadar por todas partes? No. Estaba buscando una parte diminuta de mí, una que estaba sepultada y escondida desde hacía mucho tiempo. 

Sentí que me sumergía y flotaba por el infinito. Tenía que conducir mi voluntad de forma precisa hasta guiarme y lograr posar los pies en un suelo tosco y lacerante. Una vez allí, abrí y cerré las manos. Me enfrenté a la penumbra con un aplomo que no sabía de dónde salía. 

Unas diminutas ventanas dejaban pasar la luz hacia un pasillo eterno, tan infinito como pequeñas fuesen tus ganas de que acabase y te permitiera llegar a tu objetivo. Eso era todo. Cemento y luz. Aún así, yo llegué a la sala final a la primera. Todo mi enfoque estaba visualizando esa entrada. Suspiré antes de cruzar el umbral, entorné la puerta y avancé hacia una esquina. No enfoqué al pequeño bulto que había allí. Sólo me arrodillé ante él y me miré las manos, jugando con mis anillos.

- ¿Por qué has venido? - musitó.

Su vocecilla era pequeña, dulce y aniñada. Me miró por encima de los brazos, que recogían sus rodillas frente al pecho a modo de escudo. 

- Necesito saber cómo estamos - contesté sin muchos rodeos.

Sentí que ladeaba la cabeza. Supuse que era señal de que podía mirarla sin que se escapara. Solo había curiosidad en su rostro.

- ¿Cómo estamos? - repetí, esta vez en forma de pregunta.

Mis ojos evaluaron todo. Desde cómo desvió la mirada, hasta como se marcaron en la tela de sus  zapatos sus deditos jugando en el interior. Estaba pensando.

- Asustadas. Esperanzadas. Nostálgicas. Desconfiadas. - Sus murmullos se apagaban a cada palabra. 

Se acurrucó sobre sus brazos y comenzó a tamborilear con las puntas de sus zapatos. La observé atentamente, notando que el cansancio se apoderaba de mí. Un cansancio existencial que rebasaba mi entendimiento. La cabeza se me fue cayendo hasta que mi frente se apoyó también en sus bracitos, y sus piernas nos sostuvieron a las dos. Busqué su mano y acaricié sus dedos. Sentía que no podía más y que había demasiadas cosas que ya no podían ser.

- Estamos cambiando a mejor - añadió de pronto. Me sorprendió tanto que me quedé muda-. Luchamos por lo que queremos. Respetamos lo que decidimos. Nos enfrentamos al miedo. No saboteamos la esperanza. Aprendemos de la nostalgia. Vemos nuestros defectos. Arriesgamos para saber en qué confiar.

Noté que se me empañaban los ojos. Me acarició el pelo y me hizo alzarme para darle un abrazo, y que durante un rato fuera yo y no sus barreras quienes la protegieran. Se sentó sobre mis piernas cruzadas.

- Hemos aprendido. Hemos asimilado. Hemos admirado. Hemos conectado - canturreó, jugando con su falda-. Hemos crecido mucho. Estamos listas.

Me balancee involuntariamente, intentando taparla con mis brazos y adormecerla, aún sintiendo mi corazón galopar.

- ¿Listas para qué? 

- Para abrazar la siguiente aventura - susurró. No tardó en cerrar los ojos y quedarse dormida.

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