jueves, 2 de marzo de 2023

Punto de partida

Hace mucho que no vienes  dijo.

Su voz se oyó mientras se aproximaba con paso desenfadado, las manos en los bolsillos y una media sonrisa rompiendo su armonía.

El joven al que se dirigía, con los ojos claros perforando el horizonte, no se molestó en desviar la mirada para atenderlo. Su camisa blanca y holgada se pegaba a él mientras luchaba por zafarse del viento. Algunos mechones rubios se mecieron ante sus ojos. Su silueta, con las manos situadas a su espalda, recordaba a antiguos mitos sobre héroes y semidioses.

Hace mucho que no me llama  musitó como respuesta, notando como su compañero se situaba a su lado, mirando también hacia el atardecer y al mar que lo precedía.

La energía que emanaba del recién llegado era demoledora. Había en ella oscuridad, sí... algo que ponía la piel de gallina, casi violento. También había algo altanero, resuelto y seguro. Muy de fondo, escondido entre capas y capas de misterio, quizá, un amor incondicional como el que él mismo ocultaba desde hacía años. Ese muchacho, por más que lo provocara una y otra vez, tenía su respeto. Cada uno cumplía con su deber allí y, aunque jamás se lo confiaría, en ocasiones llegaba a pensar que era su tarea y no la que él mismo hacía, la más difícil y delicada de las dos.

Hoy la he visto  dijo, rompiendo el silencio. Se pasó la mano por el pelo, oscuro como la noche, y volvió a meter las manos en sus vaqueros.

¿Has hablado con ella?  preguntó con serenidad.

No. Ni siquiera me he acercado. Ya sabes que suelo mantenerme al margen - esa frase provocó un leve carraspeo divertido. El chico entornó los ojos y esbozó una media sonrisa también. Antes de continuar, sin embargo, su rostro tomó un matiz diferente. Contrariado y preocupado-, pero...

Sintió cómo se le ponía la piel de gallina. No solía haber peros cuando se trataba de él. Se giró y, por primera vez en mucho tiempo, se miraron a los ojos. Oscuridad contra luz, sus energías parecían mezclarse allí donde se tocaban. El pelo azabache de su compañero se ondulaba con la humedad, pero sus ojos parecían arder como el fuego. Tomó aire y notó que la tensión cedía.

¿Qué ocurre?

Que no me ha dejado entrar.  Y aquella última palabra sonó como si estuviese apretando los dientes.

Las palabras lo golpearon como la metralla. Evaluó por un momento sus facciones buscando alguna vacilación. Un signo de que le estaba mintiendo. El aludido negó con la cabeza, las sombras comenzando a rodearlos y la luz cediendo al abrazo. Tras ellos, hacia tiempo que todo se había apagado.

Mantengamos la distancia  decidió, pese a que en su interior quería salir corriendo hacia allí.

¿Y los demás?

Que ni se les ocurra acercarse...


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