lunes, 20 de marzo de 2023

Fernweh

Mira sus botas fijamente. Sobre todo, el charquito en el que se ha quedado quieta. Respira. Inspira. Respira. Inspira. Mueve un poco las puntas de los pies. Avanza un paso. Nieve. Se queda pensativa. Alguien le tira tan repentinamente del pelo que se le escapa un gemido y se gira bruscamente mientras se masajea el punto donde le ha dolido. No tarda en recibir las respuestas que buscaba. 

- Ya basta - ruge su interlocutor.

Le mira fatal.

- ¿Dónde estabas? ¿Ya basta el qué?

- Lo primero no es de tu incumbencia. Y lo segundo, ya basta de esto - comenta, e intenta abarcar todo el espacio con un dedo -. Se me está empezando a ir la olla. ¿Vale? Nos vamos. No puedo más.

La agarra de la muñeca y la empieza a arrastrar como a una niña pequeña. Por los gruñidos que ella profiere y las palabrotas de él, bien podrían estar protagonizado una escena cómica. 

- ¿A dónde vamos? - pregunta, intentando frenarlo con los talones. 

Nota que empieza a derrapar por el hielo. Él siempre es más fuerte que ella. Emite un sonido de frustración y deja caer la cabeza hacia atrás, caminando por inercia.

- A cualquier otra parte. En serio, me estoy volviendo loco. Se acabó.

La joven guarda silencio mientras él sigue con su retahíla. Solo quiere que la dejen en paz. Unos días de serenidad. Un segundo con respuestas. Por un momento, desaparece todo. A veces se queda en blanco dentro de su propio mundo. Nunca le había pasado. Sabe que lo que están diciéndole es importante, pero se siente en una nebulosa donde no procesa nada. Aún así, quiere atender. Solo por eso, intenta abrir los ojos y recuperar un poco el control de su cuerpo. Enfoca la copa de los árboles, nota las piernas moviéndose sin remedio, su brazo estirado y agarrado firmemente por Alain y la fría brisa de un inverno puntual. 

Suspira y vuelve a mirar a su alrededor. Algo llama su atención. Dos líneas de huellas recientes, destacando contra la superficie pulida de la nevada. No puede despegar los ojos de ellas, casi se deja el cuello en su evaluación. Alain da un tirón y le gruñe otra vez. Tras unos cuantos minutos de caminata, ya lejos de todo, paran. Ella se masajea el antebrazo y le observa con los ojos convertidos en dos rendijas de recriminación. Suspira. Huellas.

- ¿Y bien?

- Nos vamos - repite él.

- No va a funcionar.

Alain tiende la mano entre los dos, sin hacer ni caso. Ella tiene la cabeza en otra parte, llenándose poco a poco de muchas preguntas, pero aún así repite su frase: "no va a funcionar". Igualmente, coge su mano con desgana. Nota el empuje y cómo se desdibuja todo a su alrededor. No aparta la mirada de su compañero, de pronto, cansada. El viaje para, y cuando nota tierra bajo sus pies, escucha el agua caer y huele la madera quemada, sonríe para sí. Ninguna sorpresa.

Alain observa todo con ojo crítico. Parece satisfecho durante un segundo con el nuevo escenario, pero, minutos después, le cambia la expresión. Sus ojos parecen oscurecerse incluso más de lo que ya eran. Vuelve a agarrarla de la mano con cierta prisa. Aparecen frente a un banco, en una especie de parque. 

- No me jodas. - Es el primer estallido de ira que le escucha.

Otro tirón y tiene frente a ella el lago en otoño, más tarde nota vapor de agua en la cara y olor a té y, por último, nieve de nuevo bajo sus pies, con luces de diversos colores sobre sus cabezas.

- No me jodas... - Esta vez, la mira fijamente. Ella aguanta estoicamente frente a él -. Llévame a otro sitio.

- Te lo dije.

- Llévame a otro sitio - repite con insistencia.

-No. Hay. Otros. Sitios - enfatiza.

Nota cómo la sangre empieza a hervirle. Si la nieve empezara a derretirse, no sería sorprendente. Se queda con la vista fija en ella, como recordando de pronto algunas cosas. Le coge con la mano la barbilla y la observa detenidamente. Le gira la cara de un lado a otro, con preocupación.

- ¿Te has roto? 

- Lo destruí todo, ¿recuerdas? - explica, contrariada. Omite su pregunta-. Solo queda esto, temporalmente. Es esto, o "La Nada".

Alain parece consternado. Por un momento, parece que va a perder los nervios. Unos segundos después, le observa cuadrar los hombros bajo la cazadora de cuero y pasarse la mano por el pelo, negro como el azabache. Le suelta la cara y mete las manos en los bolsillos. Su figura rompe con la claridad que los rodea.

- Quiero todo de vuelta. No quiero tener que intervenir como la otra vez, ¿recuerdas? - dice, imitando su tono -. Apáñatelas como quieras, pero estoy empezando a perder la paciencia.

Parece que va a decir más cosas. Sus cejas se contraen un instante, pero al final vuelve a ocultar tras capas de indiferencia su pensamiento. Pasa por su lado, la tira del pelo de nuevo, vengativo, y comienza a alejarse. Ella intenta golpearlo en el brazo, pero se hunde en la nieve, allí donde Gabriel y él pasarían casi flotando. Masculla unos cuantos improperios mientras nota el agua en los calcetines, pero su mirada ve más huellas en el horizonte y se queda en blanco de nuevo. Respira. Espira. Respira. Espira. Se vuelve hacia las luces y se queda paralizada, otra maldita vez.



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