domingo, 26 de marzo de 2023

Gaman 我慢

 - ¿Cómo lo haces?

Le mira por encima del libro que está leyendo y pasa la página. Los mechones se le mecen al son de una brisa cálida y el césped se ha llenado de flores amarillas. Suspira mientras toquetea el borde de su toalla.

- Sabes cómo lo hago. Estando contigo. Escuchándote a ti e ignorándolas a ellas como puedo. El rey de la conducta- comenta resignada.

Gabriel la mira desde algo más de altura, sentado en una roca. No ha querido ponerse a su lado, supone que para dejar que tenga algo de espacio.  De cualquier forma, se siente abatida. Fija otra vez su mirada en las hojas manuscritas que está releyendo. Concentrarse no está siendo fácil.

- Ambos pensábamos que... - titubea. 

Se envara ante el inicio de la frase, pero evita mirarlo de nuevo. Se sentía molesta con ambos, aunque era demasiado testaruda como para reconocerlo en voz alta. Primero por hablar a sus espaldas. Después, por subestimarla como otras tantas veces habían hecho. Por último, por la presión a la que la estaban sometiendo.

- ¿Qué? - La pregunta suena más cortante de lo que pretende.

- Que tendríamos problemas. 

Cierra el libro con un resoplido. Apartándolo a un lado, se termina de tumbar y mira al cielo. Usa los antebrazos como visera y escucha únicamente los ruidos afines a la naturaleza. Eso siempre la relaja.

- Estoy haciendo lo que puedo - confiesa, pero algo empieza a taladrarle la cabeza al mismo tiempo que lo dice.

Se pasa la mano por la frente. Está ardiendo. Justo en ese momento, en algún lugar, ambos escuchan cómo la subrealidad retumba. Ella se incorpora precipitadamente. Gabriel ya estaba a su lado antes de poder llamarlo.

- ¿Qué estás haciendo ahí arriba? - le pregunta.

- Ya lo sabes. Sólo estoy viendo una película.

- Ya, pero no estás sólo aquí.

Se queda desconcertada un momento, pero él tenía razón. Había una tercera doblez en su mente, como un garabato en un margen. El dolor de cabeza aumenta su intensidad y gruñe. Sabía lo que venía a continuación. Hazlo. ¿Por qué no? Te apetece, no pasa nada. Nada más pestañear, allí estaba. Justo delante de ambos, como una cortina separando dos mundos. Un joven mirando una pantalla se adivina al otro lado. Ella se queda en blanco. Él se tensa como una cuerda, pero su mirada se desvía hacia su protegida, vigilante. 

- ¿Qué está ocurriendo? - Hay mucha tensión en su voz-. Estoy a tu lado y me estás bloqueando de nuevo.

Ella no puede apartar los ojos de la veladura. Vamos. No es para tanto. Lo estás deseando. Escucha risas diminutas, ropajes moviéndose a su alrededor, uñas rozándole los brazos. Las voces tomando intensidad.

- Es una encrucijada.

El aura de Gabriel parece tocarle la piel. Vibra con tanta fuerza que casi la abrasa y aún así nota que su cuerpo se inclina hacia delante levemente. Siente sus piernas preparadas para avanzar. Eso es. Sisean. Escúchanos. ¿No quieres esto? No hará ningún daño. Las palabras le hacen apretar los dientes. Siente que todo tira de ella y hasta se tambalea cuando da un pequeño paso. Por un momento, juraría que ha dejado de respirar. Gabriel se queda atrás. Jamás le impondría nada y lo sabe, pero cómo ayudaría en estas circunstancias. Ambos reciben más información del exterior. Es tan sencillo. Está ahí delante, solo tienes que... El corazón late con la fuerza de un tsunami y no sabe cómo, pero consigue girarse en redondo. Siente sus adentros anudados a esa tela que los separa.

- Ayúdame. - La angustia se palpa en su voz. Las manos le tiemblan-. Por favor.

Gabriel parece sorprendido, una vez más. Tiene la mandíbula tan tensa que se le marca. La luz parece esculpirle el rostro mientras la estudia unos pasos más atrás. ¿Tanto ha avanzado? Ni siquiera se ha dado cuenta. No huyas de lo inevitable. Las voces le hacen gemir y taparse los oídos. Gabriel acorta la distancia y, de pronto, no hay nada. Silencio perpetuo en aquel anillo de luces de seda que los arropa y gira alrededor de ambos. 

Ella toma una bocanada de aire y deja caer las manos. Él evalúa todo lo que se ha perdido en esos minutos. Se miran, como siempre hacían. Pese al silencio, algo dentro de ella seguía inquieto y molesto. No se lo quiere esconder.

- ¿Qué necesitas? - le pregunta con esa calma forjada con fuego que le caracteriza. 

Observa cómo niega con la cabeza. Repite la pregunta, esta vez poniendo una mano sobre su hombro. Ella intenta centrarse y responder. La cabeza le va a estallar. Se hace un moño rápido y se aprieta las manos.

- ¿Un nanosegundo? - pregunta esperanzada. La duda marcada en su gesto.

Gabriel parece meditar unos instantes. Alza la vista por encima de ella. Sus ojos, transparentes como el rocío, parecen preocupados mientras su mente traza caminos. Ella no pierde detalle de la travesía que recorre. Cuando vuelve a mirarla, parece cavilar entre dos sentidos. No obstante, no parece dudar cuando responde.

- Un nanosegundo - concede.

No tarda en verla escapar fuera de su influjo. Es entonces cuando deja de ocultar su cara de angustia.



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